La representación de la diáspora y el sufragio extraterritorial, por Chipilo Pulido
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¿Qué sucede con el derecho de los expatriados a votar y ser votado? ¿Qué ocurre con el sufragio de quienes vivimos en otros países?
A Tomás Páez
Más de 6 millones de venezolanos viven en el exterior, y de ellos, alrededor de 5 millones serían potenciales electores, solo haría falta que se les facilitara, como lo establece la ley, el cambio de domicilio electoral. Son muchos los países latinoamericanos y del mundo que facilitan a sus expatriados ejercer ese derecho. Sufragar a distancia, con la organización de un dispositivo legítimo y creíble que garantice la emisión segura del voto, es un derecho contemplado en la Constitución.
En este momento, están inscritos –habiendo podido hacer el cambio de residencia– solamente 101.600 venezolanos con derecho a sufragar de los casi 5 millones que podrían hacerlo si el CNE habilitara el procedimiento de reconocer la nueva ubicación residencial. Desde finales del siglo pasado, el voto extraterritorial ha sido reconocido por numerosas naciones que han hecho posible que sus expatriados ejerzan el derecho a votar y ser votado. Hay países, como Francia e Italia, que han ido más lejos, permitiendo una representación de sus connacionales en el exterior en sus respectivas Asambleas Nacionales.
Francia tiene la mitad de sus 2.500.000 ciudadanos en el exterior inscrita en sus consulados como electores. En las recientes elecciones, los franceses eligieron once diputados para un total de once circunscripciones repartidas en el planeta. El sufragio de los franceses en el exterior es un combinado de voto presencial en los consulados y de voto electrónico. En Italia, por su parte, el voto se ejerce por correspondencia postal.
Un hecho interesante: en el 2006, los italianos tenían que elegir entre Romano Prodi y Silvio Berlusconi a la presidencia y los primeros resultados arrojaron un empate técnico entre los dos candidatos, pero en los días siguientes al evento electoral llegaron los votos de los emigrados italianos y el desenlace fue la victoria de Romano Prodi con los votos de los expatriados. ¡El voto en el exterior hizo la diferencia! Además, al igual que los franceses, los ciudadanos italianos tienen derecho a una representación extraterritorial en su parlamento, la cual es de doce escaños. Los portugueses tienen algo similar.
Los diputados electos con los votos de sus connacionales emigrados tienen como rol principal ocuparse de sus necesidades particulares, las cuales son muy diversas; entre ellas, mejorar y modernizar sus servicios consulares, así como la atención personal. Pero también se trata de incorporarlos en la vida política, económica y cultural de sus países de origen.
Hacer posible su representación directa en el parlamento permite dos cosas: La integración en la vida democrática del país frontera adentro, colocando con voz propia las preocupaciones de los migrantes en ese espacio de deliberación que es el parlamento; 2) Propiciar un acercamiento cultural, económico y político de esa fracción de ciudadanos que viven en el exterior con el país de origen. Un acercamiento que existe pero que es necesario potenciar. Gracias a las nuevas y variadas tecnologías digitales ese vínculo entre la diáspora nuestra y el hogar de nacimiento es considerable.
Venezuela no podrá evitar en algún momento una reforma de la representación parlamentaria de sus ciudadanos en el exterior. Llegado ese momento, los partidos y los cuerpos intermediarios de la sociedad civil activos en el exterior deberán incluir en sus boletas electorales a expatriados con capacidad y experiencia que se hagan cargo de los problemas, ambiciones y proyectos de la diáspora en su conexión con Venezuela. Los elegidos tienen que personificar los intereses, necesidades y quejas de los expatriados en el cuerpo legislativo.
Pero tiene que ser algo más que la siempre difícil mediación y defensa de los intereses de la población expatriada. La representación política de ese grupo de diputados debe tomar en cuenta a la diáspora como un factor importantísimo para los desafíos de reconstrucción de la maltratada nación venezolana.
«Re-presentar (dice García Pelayo]), en su genuino y general sentido, significa dar presencia a algo que está ausente, convertir en entidad actuante a algo que por sí mismo es incapaz de actuar, dar realidad existencial a aquello que por sí mismo no puede realizar ciertos actos de existencia»
Es claro que hoy existe una animadversión del gobierno que preside Nicolás Maduro hacia los venezolanos que residen fuera del país, quienes son considerados electoralmente como potencialmente peligrosos para la permanencia en el poder de quienes mal administran la nación venezolana desde hace más de cuatro lustros. De allí que sistemáticamente se ha violentado un derecho humano inalienable inscrito en la Constitución: el derecho a votar, a elegir y ser elegido. Los mecanismos para votar desde el exterior están claramente definidos, pero no se aplican por ser un contrapeso contra el poder político.
La lucha por la reapertura permanente del registro electoral en todos los consulados venezolanos del planeta debe ser uno de los combates —no el único— de la activa diáspora venezolana. Las oficinas consulares tienen la obligación según el mandato de la ley electoral de facilitar la inscripción en el Registro Electoral a los nuevos votantes o a quienes solicitan el cambio de residencia en su condición de expatriados, condición primera y sine qua non para poder sufragar en el exterior.
Los tiempos que vienen tienen que ser de presión ciudadana en defensa de este derecho que nos impide existir como ciudadanos libres de la nación venezolana. El movimiento libre de expatriados con sus variados matices y temáticas, incluyendo los intentos de creación de federaciones que agrupen diferentes asociaciones, debería producir iniciativas para exigir la apertura del REP –que en principio es continuo– y actualizar los datos, evitando que se excluya a miembros de la diáspora venezolana en futuras elecciones.
Dos únicas condiciones son necesarias con un procedimiento extremadamente sencillo: Mostrar una cédula de identidad laminada, vigente o vencida y presentar un documento que indique el domicilio en el nuevo país de residencia.
El CNE está en el deber de garantizar el sufragio a cualquier migrante venezolano, no importa en qué nación resida. Muchos compatriotas en el exterior –no todos– sueñan con regresar a su país, lo cual se podrá lograr al recuperar la democracia y restablecerse las condiciones económicas y sociales que permitan vivir y progresar en paz.
Otros no volverán, pero desean desde su país de adopción participar activamente en la reconstrucción de Venezuela. Unos y otros somos necesarios para la reconquista de la democracia y de la convivencia cívica. La aceptación de la condición ciudadana en esta nueva «geografía territorial» pasa por el reconocimiento de nuestros derechos civiles y políticos.
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