La salud del Presidente, por Simón Boccanegra
La verdad es que el modo como se está manejando la enfermedad del Presidente, tanto por él mismo como por su entorno pesuvista, no hace sino alimentar cualquier cantidad de especulaciones, llenas de incertidumbre. El secretismo que rodea todo lo referente a la salud de Chávez es inexplicable en un país que se precia de ser todavía democrático.
Fuera de que padece de cáncer, no se conoce nada más sobre su estado; sus apariciones y desapariciones se han vuelto casi un estilo de gobernar, nuevo en él porque durante trece años su ubicua presencia diaria, incluso cuando anda fuera del país, ha sido la abusiva nota distintiva de su arte de gobierno. Siendo así, sus escasas apariciones públicas en los últimos dos meses, han generado una suerte de parálisis en el gobierno. Un gobierno que tiene un solo actor, siendo los demás comparsas de este, tiende a quedar en suspenso ante la incertidumbre que genera la falta de información suficiente y veraz. Hay un esfuerzo por parte del chavismo de minimizar la cuestión de la enfermedad, pero la propia conducta de Chávez se encarga de desmentir las declaraciones «optimistas» de sus acólitos. Sin embargo, como señala Ramón Guillermo Aveledo, esta opacidad ha sido utilizada electoralmente para manipular a la población, «generando una solidaridad afectiva sin que la gente supiera a ciencia cierta si el candidato a la reelección estaba en condiciones de ejercer un mandato de otros seis años».
Además, contribuyen al desconcierto las informaciones contradictorias sobre el tema. Unas veces el propio Chávez, otras su entorno, han manifestado que «se encuentra completamente curado» y de pronto nos sorprende con este viaje a Cuba que podría calificarse como de «emergencia». ¿No se merece la gente del país que Chávez gobierna una información precisa sobre su estado de salud? Este es un claro asunto de interés nacional.