La vanidad del régimen, por Simón Boccanegra
El minpopointerior, El Aissami, comentando el de sempeño del país en los Juegos Olímpicos, en un rapto de delirio, a propósito de la medalla de Limardo, exclamo que «somos un país llamado a la grandeza y a ser una potencia». Para ser una potencia deportiva, al menos, parece que nos falta alguito. Una sola medalla de oro, por lo solitaria más meritoria aun, porque habla de un país donde el deporte no es propiamente una de las prioridades del gobierno, pero, aún si fuere verdad que este gobierno ha invertido en deporte veinte veces más que durante los inefables cuarenta años, (lo que no tiene gracia porque sus ingresos han sido también infinitamente mayores que los de los cuarenta años juntos), entonces los resultados son bien magros. Tanto dinero para una sola medalla obligaría más bien a un poco de humildad y de revisión autocrítica de lo actuado.
Antes de cumplir diez años la revolución cubana, ya ese país había entrado en el grupo de los primeros diez países del medallero. Porque en ese campo Cuba sí hizo un esfuerzo formidable. Estuvo entre los diez primeros hasta ahora, que bajó al lugar 16, pero siempre por encima de todos los latino-caribeños. Sin embargo, este descenso no parece casual, ni fruto de que otros mejoraron. Revela la terrible crisis en que se encuentra sumida la isla, que no puede dejar de reflejarse en todos los campos, aun en el deportivo.
Pero regreso a lo que iba. Diez años bastaron a Cuba para sobresalir en lo deportivo; catorce han sido suficientes para que Venezuela ocupe el lugar 56. La verdad es que es difícil entender la falta de sindéresis que lleva a tanta echonería tanto de Chacumbele como de El Aissami. Si eso fue con una sola medalla dígame si hubieran sido dos.