La xenofobia contra venezolanos «merodea» las entradas a Brasil
El Gobierno de Michel Temer ya ha descartado cerrar la frontera, pero algunos senadores mantienen que la medida es necesaria y urgente
La alta migración de venezolanos, que las Naciones Unidas cifran en 2.3 millones de personas desde 2014, está representando un problema para los gobiernos de la región, e incluso ha exarcebado la xenofobia en algunos países.
Los recientes episodios de violencia en Pacaraima, en la frontera con Venezuela, van tensando las relaciones entre nacionales y los extranejeros que huyen de una crisis social, política y económica bajo el gobierno de Nicolás Maduro.
El 18 de agosto, un grupo de brasileños destruyó los campamentos improvisados de centenares de inmigrantes venezolanos. Las imágenes grabadas y distribuidas en las redes sociales saltaron al mundo al revelar la tensión entre los dos países.
La gota que colmó el vaso para justificar el ataque a los inmigrantes fue la noticia de que un comerciante de Pacaraima, Raimundo Nonato, había sido atracado y golpeado presuntamente por cuatro venezolanos. La policía investiga el caso. Mientras tanto, 1.200 venezolanos ya fueron expulsados tras los ataques de los habitantes de la zona.
En Pacaraima viven 12.000 personas. Hace meses que unos 800 venezolanos llegan diariamente, sin que la localidad tenga infraestructura suficiente para atenderlos, lo que ha motivado que el rechazo a los refugiados crezca hasta el extremo del ataque a los campamentos del pasado sábado. “Yo hubiera hecho lo mismo”, asegura el comerciante herido.
En un reportaje del diario El País de España se detalla que tras el episodio de violencia, el número de inmigrantes que ha cruzado la frontera ha disminuido.
«Según el personal que lleva a cabo el filtro, las largas colas, diarias hasta la semana pasada, han desaparecido. El miedo de ser atacado ha sido mayor que el de quedarse en Venezuela».
Roger, de 23 años, que al lado de su hermano José, de 25, contó a El País que buscaban un sitio para pasar la noche. Luego de empreder un viaje de 26 horas desde Puerto La Cruz hasta Pacaraima, no llegaron a tiempo de iniciar la solicitud de refugio.
El centro del Ejército que realiza la criba de los que llegan ya estaba cerrado. «Vamos a volvernos a la ciudad venezolana de Santa Elena de Uairén, aquí al lado, y buscar algún sitio en la calle para dormir. Mejor no arriesgar, no quiero que me agredan», explicó Roger, quien además dijo que la recomendación a los venezolanos es no dormir en la frontera o acampar en esa zona de Brasil.
El ataque a los campamentos ha sido el episodio más grave, pero no es el primer caso de discriminación a los migrantes en el pequeño pueblo fronterizo.
La población de Pacaraima se queja de que la precarización de los servicios públicos se ha incrementado con la demanda de los nuevos usuarios, pero también por una sensación mayor de inseguridad. “Cuando vamos a los centros de salud no quedan plazas, está todo ocupado por los venezolanos. Los médicos hasta te saludan en español. Los últimos análisis de mi hijo los tuve que hacer en un laboratorio particular”, se queja la brasileña Fabiana J., camarera en una cafetería de la ciudad.
Pacaraima solo tiene dos centros de salud y un hospital del Estado con una estructura básica, que no realiza operaciones.
El Gobierno de Michel Temer ya ha descartado cerrar la frontera, pero algunos senadores mantienen que la medida es necesaria y urgente, en una estrategia para sacar partido del sentimiento antivenezolano creciente y tratar de subir puestos en los sondeos ante as próximas elecciones presidenciales, a realizarse en octubre.
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