Las Tejerías: crisis ambiental en prospectiva, por Pascual Curcio Morrone
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Observando el recién inicio de la temporada de lluvias en nuestro país, recordamos preocupantemente el pasado mes de octubre donde todos los venezolanos quedamos fuertemente impresionados por la lamentable realidad ambiental con un saldo trágico en pérdidas humanas acaecido en la localidad Las Tejerías, ubicada a poco más de 60 kilómetros al oeste de Caracas.
Lecciones de geología con un gran tecnicismo explicativo que solo los expertos entenderían y acusaciones estériles con una soez intención de descalificación política sobre lo que se debió hacer o no se hizo, y hasta un sadismo mediático referente a un apocalipsis ambiental por venir resaltaron la escena del debate en aquel entonces, pero ahora en este nuevo comienzo de la temporada de precipitaciones generales nos angustiamos por lo que podría ocurrir y una necesaria reflexión nos abruma sobre el qué hacer para convivir con la descubierta fragilidad ambiental de todas las ciudades a lo extenso de la geografía nacional ante el seguro embate de las cada vez más intensas lluvias por caer.
Para iniciar la reflexión aclaremos que el medio físico –natural con el cual convivimos inexorablemente es un ente vivo y con una dinámica propia, la cual evoluciona constantemente al poseer su propio metabolismo, al igual que cualquiera de nosotros; sí, está en movimiento constante la naturaleza– en términos geotécnicos este metabolismo recibe el nombre particular de morfogénesis.
Pero es tal la falta de «consciencia colectiva» mundial sobre la realidad explicada que la ONU en sus subsecuentes reuniones a partir del 24 de enero del año 2019, fecha en la que se atrevió a publicar un pionero aviso titulado «Estado de Derecho Ambiental: primer informe global», hasta el último encuentro COP26 culminado el 12 de noviembre del año 2021, viene denunciando constantemente la incapacidad de aplicar y hacer cumplir plenamente las regulaciones acordadas por parte de los distintos Estados, y es tal realidad lo que constituye el mayor desafío para enfrentar el cambio climático, reducir la contaminación y tomar el camino de la sustentabilidad para la biota –la vegetación es el componente orgánico del medio físico– natural y la cual regula la actividad de los vientos y mitiga el impacto de las gotas de lluvia sobre el suelo y las vertientes, constituyéndose en su principal ente protector.
En síntesis, las Naciones Unidas como institución conciliatoria reclama colectivamente que a pesar de haberse elaborado múltiples leyes marco sobre esta temática, establecer alianzas multilaterales y ni siquiera con la asignación de fondos acordados en estos eventos internacionales, se ha podido desde ella construir organismos ambientales regionales sólidos capaces de hacer cumplir con efectividad las leyes y reglamentos acordados –ver escrito TalCual «Antiambientalismo como política de los Estados».
Como leemos, la tragedia ambiental sucedida en Las Tejerías tiene un culpable medular sobre el cual poco hablamos: no extremar medidas mitigadoras ante el inminente cambio climático que el planeta sufre ahora, siendo su componente sustantivo la transformación lenta pero constante de la normalidad pluviométrica tradicional, un factor ambiental básico por ser la lluvia un desencadenante de procesos morfogenéticos y cuya aleatoriedad se intenta controlar estadísticamente, ya que sobre estos controles estadísticos se sustentan todos los planes de orden urbano local que se han ejecutado sobre nuestra «Madre–Tierra» en toda su extensión – revisen, entre otras, la tragedia de Schuld y Erftstadt, Alemania 2021..¿quièn puede poner en duda la severidad de la planificación con la que los alemanes abordan sus realidades ambientales locales?.
La mayoría de las ciudades venezolanas poseen su plan de orden urbano local, todo el urbanizado eje geográfico norte –costero a lo largo del longitudinal valle del río Tuy lo tiene desde mediados de los años 90 y se han intentado aplicar, muy a pesar de la resistencia de los mismos habitantes quienes, como es de la propia naturaleza humana, se resisten a ser reubicados, incluso en situaciones de emergencia extrema se niegan a abandonar sus hogares por razones de seguridad a pesar de las advertencias de bomberos y funcionarios de Defensa Civil, prefiriendo permanecer en ellos y muriendo como, lamentablemente, ocurrió en el proceso fluviotorrencial sucedido en el Litoral Central, estado La Guaira, en el año 1999; realidad ambiental con una similitud al ocurrido en Las Tejerías en octubre pasado y el cual podría ocurrir a muchas otras localidades costeras de darse una alta concentración pluviométrica puntual –el riesgo ambiental existe–, aunque con seguridad tendrán algunos matices geotécnicos diferenciadores imposibles de identificar todos ellos en este corto escrito y que son intrínsecos a la propia «personalidad» del paisaje natural sobre el cual se emplaza cada ciudad individualmente, incluso Caracas.
Para los que aun no están convencidos sobre los riesgos ambientales que corremos todos ante la nueva normalidad climática en proceso que se sucede en nuestra común «Madre-Tierra» y el cómo tal suceso afecta significativamente a la planificación urbana ejecutada, les explicaré dicho peligro con base a los sustentos teóricos que estructuran el plan de orden urbano local de Las Tejerías y que fueron violentados.
Inicialmente, se debe realizar un mapa de pendientes integral de todo el relieve a los fines de determinar las diferentes inclinaciones del suelo, fijándose un rango de 35% como el límite máximo para realizar edificaciones –siempre y cuando las características intrínsecas de la roca lo permitan– y sugiriéndose mantener la cubierta vegetal protectora en aquellas superficies con una pendiente sobre el límite fijado; además, este análisis sirve para identificar las distintas formas del relieve coexistentes –geoformas– donde está o va a estar asentada la localidad como prioridad para poder configurar el cuadro teórico del drenaje natural de las aguas y considerar riesgos potenciales al uso urbano.
Luego, se realiza la evaluación hidrológica de las corrientes fluviales que drenan sobre dichas geoformas, determinándose, con base a su propia «personalidad», el grosor y profundidad del cauce, así como también su capacidad de arrastre en tiempos de máxima precipitación, un evento aleatorio que es evaluado estadísticamente mediante registros históricos; en el caso de Las Tejerías fue considerado el período pluviométrico comprendido entre 1953 a 1986, 33 años, estableciéndose como parámetros conclusivos los siguientes: promedio total anual de precipitación 953.8 mm –un mm, milímetro, es una medida simplificadora que indica un litro de agua caída por un metro cuadrado de superficie–, marcándose dos periodos: lluvia y sequia; el primero se extiende desde el mes mayo –en todo el mes precipitan 116.4 mm– a octubre –en todo el mes llueven 115.1mm–, periodo intermensual durante el cual se sucede el 83% del total anual.
Una vez definida las características geológicas estructurales donde está o va a estar edificada la localidad y acotados los parámetros estadísticos de los factores naturales aleatorios, procedemos a configurar estrategias de ocupación –desarrollo arquitectónico del urbanismo–; en Las Tejerías se realizaron obras de control hidráulico y orientación del desagüe en la quebrada Los Patos y se estableció una zona de seguridad de 50 metros a ambos lados de dicha quebrada, la cual desciende de forma perpendicular –un torrente natural–, recomendando su plan de orden urbano un uso pasivo en dicha franja protectora –preferentemente una zona verde recreativa, pudiendo construirse una manga de coleo para el disfrute de la comunidad e, incluso, el mismo pequeño campo para jugar beisbol que allí se encontraba–, pero ¿qué pasó entonces para que se sucediera la tragedia ambiental?
Se acontecen en el Caribe por efectos del cambio climático dos huracanes casi simultáneamente: Ian y Fiona y, aunque afortunadamente nuestro país es una zona anticiclónica, vientos cargados de humedad considerados marginales se desprenden de estos huracanes y avanzan hasta nuestro territorio, siendo retenidos unos por el sistema montañoso central y otros filtrándose por sus diferentes aberturas – conocidas geotécnicamente como abras – y llegando hasta nuestros llanos, provocando también fuertes tormentas allá.
Una gran cantidad de vientos húmedos se detienen justamente sobre la sub cuenca de la quebrada los Patos en Las Tejerías y descargan en tan solo un par de horas 108 mm de precipitación –medición realizada por meteorología de las FANB-, las lluvias que estadísticamente dentro de la normalidad climática de hace tan solo 33 años se sucedían esparcidas a lo largo de todo el mes de octubre.
Al presentarse la anti probabilidad descrita – un hecho no considerado probabilísticamente, ya que no se tienen registros sobre algo similar por más de tres generaciones de habitantes en Las Tejerías–, la planificación urbana resultó insuficiente y, frecuentemente se convierte en contraproducente ante tal fenómeno, ya que aquellas obras de ingeniería hidráulica acometidas de buena fe para controlar inundaciones bajo una normalidad climática, ante un hecho igual al mismo que a principios de los tiempos generaron el relieve actual, se transforman en potenciadores del desastre ambiental al acelerar la velocidad de arrastre de las aguas de lluvia, las cuales desbordaron su cauce normal cargadas de material coluvial aportado por el desprendimiento de vertientes resentidas por una grosera deforestación –derrumbes– e inundándose todo el cono – terraza, unidad de relieve principal con la que se identifica el emplazamiento central de Las Tejerías, arrasando todo a su paso al irrespetarse la zona de seguridad establecida por su plan local de orden urbano, el cual fijó un área verde de uso recreacional con fines protectores en un perímetro de 50 metros a ambos lados de la quebrada Los Patos, además de no contar la localidad con un plan de contingencia y desplazamiento de la comunidad hacia refugios por el tiempo que dure alguna precipitación de carácter tormentoso que anuncien las autoridades meteorológicas, realidad que ya no se puede descartar en ninguna de nuestras ciudades y que debe ser considerada con una inmediata «consciencia colectiva».
Pero no por lo acaecido vamos a tener pánico ni sentirnos inseguros en el diario convivir con nuestro entorno natural, debemos, eso sí, conocer las características del paisaje natural con el cual convivimos y preparar los planes de contingencia necesarios ante cualquier eventualidad, así colaboramos en enfrentar la nueva normalidad ambiental en desarrollo y que está provocando y continuará provocando tragedias si no es lograda con dimensión planetaria la necesaria «consciencia colectiva» sobre la realidad climática por venir.
Pascual Curcio Morrone es geógrafo (UCV-1983). Especialista en Análisis de Datos. Especialista en Fotogrametría, IPO, adscrito a la Universidad de Stuttgart, Alemania.
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