Las travesuras de La Niña y El Niño, por Pascual Curcio M.
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Jamás imaginaron los pescadores de la costa sudamericana del Pacífico al pie de la cordillera andina que su arraigada expresión «el niño viene revoltoso» con la que asociaban a la gigantesca masa de nubes oscurecidas que presagiaban torrenciales lluvias en vísperas de la navidad, se convertiría en la identificación de un hecho científico que ha revolucionado el conocimiento climático mundial.
En efecto, a principios de los años 80 y gracias a los adelantos de la tecnología satelital se determinó que las variaciones térmicas sobre la superficie del inmenso volumen de agua concentrado en el Pacífico ecuatorial ejercían marcada influencia a escala planetaria –teleconexiones-, llamándose genéricamente a la realidad climática descubierta El Niño/Oscilación del Sur (ENSO, siglas en ingles).
Al principio se pensaba que ENSO ocurría solo por el calentamiento solar del agua –produciendo su evaporación y convirtiéndola en gas–, pero en el año 1989 se comprobó que también existía una fase fría –el epicentro oceánico puede presentar episodios con temperaturas inferiores al promedio normalizado–, llamándose a esta fase climática La Niña y atentos a este detalle que puede generar un malentendido para la comprensión del fenómeno descrito entre los hispanohablantes: existe un evento genérico llamado ENSO, el cual posee dos fases extremas: calentamiento, El Niño y enfriamiento, La Niña.
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Para conocer la variabilidad de ENSO y así poder emitir pronósticos que permitan implementar un sistema de alerta temprana (SAT) que mitigue impactos ambientales sobre la agricultura, el suministro de agua y la producción de hidroelectricidad ante posibles eventos climáticos extremos –en Venezuela, lluvias intensas y/o condiciones inusuales de humedad: fase La Niña sobre la zona costera del mar Caribe o sequias extremas: fase El Niño, contrariamente escases de precipitaciones en la misma franja geográfica–, los científicos diseñaron un indicador denominado Índice Niño Oceánico (ONI, siglas en ingles), una medida circunstancial de ENSO que se lleva por tres meses y la cual fija como umbral de la condición neutral de la temperatura del agua oceánica un valor de + / – 0,5 ‘C, un promedio móvil que permite controlar su variabilidad térmica, estableciendo el índice descrito tres rangos de intensidad potencial para pronósticos del evento climático: a-) episodio débil, variabilidad entre 0,5 a 1,0 ‘C; episodio moderado, rango superior a 1,0 hasta 1,5 ‘C y episodio intenso cuando el umbral neutral es superado en 1,5 grados centígrados.
La distribución espacio –temporal de las lluvias en Venezuela está determinada por la oscilación meridional de la zona de convergencia intertropical (ZCIT)– las aguas del océano Atlántico tropical también aportan humedad a la atmosfera, recibiendo esta realidad climática el nombre genérico de Oscilaciones del Atlántico Norte (NAO, siglas en ingles).
Sin embargo, existe una amplia variabilidad espacial de las lluvias en nuestro país afectada por factores intrínsecos ambientales locales que colaboran con NAO: el extenso marco orográfico que circunda los llanos, la gran cuenca hidrográfica del río Orinoco junto a su extensa fitogeografía y por la oscilación cuasi periódica de vientos ecuatoriales zonales (QBO siglas en ingles), realidades de nuestro medio físico –natural que han establecido un patrón de conducta histórico en la ocurrencia de las precipitaciones: hacia los llanos dos periodos bien marcados, sequía y lluvias, curva pluviométrica unimodal y es lo que está ocurriendo en estos meses. En las áreas montañosas inmediatas a la franja costera tenemos un patrón pluviométrico bimodal producido en gran parte por la circulación atmosférica de vientos asociados por nuestra cercanía a ENSO en su fase inicial, de gran impacto hacia el segundo semestre del año.
La incidencia hasta ahora conocida de ENSO en Venezuela ha sido la siguiente:
–1999, se registra un ONI superior a -1,5 ’C La Niña, concentración de lluvias y recordamos la tragedia en el entonces estado Vargas (hoy estado La Guaira);
–2008, ONI cercano a -1,5 ‘C La Niña, intensas precipitaciones en el área metropolitana de Caracas con un saldo de 7 fallecidos;
–2011, ONI alrededor de -1 ’C La Niña, las constantes lluvias obligaron a las autoridades a declarar estado de alerta en toda la franja centro norte costera del país;
–2016, ONI en + 2,5 ‘C El Niño, el mayor en últimos 25 años, generando un evento de sequía que forzó un racionamiento en la distribución del agua para los hogares, realidad que se mantuvo latente hasta el año 2019, ONI + 1’C El Niño continua y causa un estado de desesperación generalizado donde personas bajaban al río Guaire en busca del vital líquido, con los riesgos a la salud pública derivados de tal acción;
–2022, ONI en -1,4 ‘C La Niña y recordamos la concentración eventual de lluvias en Las Tejerías con consecuencias.
La tendencia para el último semestre 2023 apunta a un probable calentamiento de la superficie del océano Pacífico ecuatorial, posible presencia El Niño, sequia –la energía emitida por el Sol en relación a su ciclo prevaleciente es en definitiva el factor primordial en el suceso climático y su evolución–, todos los pronósticos apuntan a ello y debemos estar alertas y tomar las medidas preventivas desde ahora, no habrá escusa posible por parte de las autoridades públicas ante cualquier eventualidad trágica de producirse, las cartas están sobre la mesa.
Pascual Curcio Morrone es geógrafo (UCV-1983). Especialista en Análisis de Datos. Especialista en Fotogrametría, IPO, adscrito a la Universidad de Stuttgart, Alemania.
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