Los chismosos números, por Pascual Curcio Morrone
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«El número es el intermedio entre la verdad y el conocimiento». Pitágoras.
El desarrollo tecnológico en lo digital da acceso a una abundante información que nos nutre intelectualmente, pero también puede ejercer efectos estresantes e incluso convertirse en elemento clave para el control mediático social con el fin de imponer un punto de vista o criterio hegemónico.
En los actuales momentos una discursividad mundial preocupante es la referida al mentado «cambio climático» – escrito TalCual Cambio climático: mentira y verdad de una culpabilidad compartida–, cuyo fondo retórico es la gestación natural, inminente, de una modificación mundial del clima que amenaza nuestra supervivencia. Predica alienante en extremo cuando escuchamos relatos apocalípticos sobre las siempre acontecidas y benditas lluvias, las que sostienen la vida en la Tierra al activar ríos, llenar represas, regar bosques junto a sembradíos y proporcionarnos un medio ambiente fresco, pero ahora en lo noticioso son resaltadas como emisarias de eventos catastróficos, que paradoja.
Pero ¿Cuáles factores condicionan al clima global? Fundamentalmente lo marca la entrada de energía solar, la cual se combina con cinco (5) componentes que estructuran el sistema terrestre:
a) hidrósfera, mares y océanos;
b) atmósfera;
c) orografía, relieves y cuencas fluviales;
d) biosfera, bosques;
e) criòsfera, hielos polares.
La intensidad de la energía solar está regulada por los llamados «ciclos solares», los cuales duran un poco más de 11 años; desplazándose el astro rey por el Espacio de manera muy distinta a los planetas que giran alrededor de él, mientras la Tierra traza un movimiento elíptico, traslación, persiguiéndolo por el Universo y con un giro sobre su eje, rotación, hace que la luz nos llegue a todos, el Sol va cambiando sus polos de lugar; extremos norte y sur mudan de sitio y en la medida que se va efectuando el movimiento giratorio su energía emitida es ambivalente, menor cuando regiones provistas con una mayor cantidad de las identificadas «manchas solares» miran nuestro planeta.
La energía irradiada calienta mares y océanos según la inclinación del eje de la Tierra cuando rota y se transforma el agua en gas, lo que permite la aparición de los fenómenos atmosféricos preponderantes en la generación de las lluvias: en el hemisferio norte las Oscilaciones del Atlántico Norte (NAO, siglas en ingles) y en el hemisferio sur El Niño/Oscilación del Sur (ENSO, siglas en ingles) de influencia mundial por la mayor concentración de agua en el Pacífico.
ENSO ha sido muy controlado estadísticamente –escrito TalCual Travesuras de la Niña y el Niño-; posee dos fases: la de enfriamiento, menos radiación solar/la Niña y la de calentamiento, mas radiación solar/el Niño; al detallar el gráfico ONI interanual de su comportamiento en los últimos 23 años observamos una normalidad ambivalente entre sus dos fases en intervalos de un poco más de tres años cada uno y bajo un detalle notorio: la fase de enfriamiento, la Niña, tiende a ser más intensa; en otras palabras, el Sol cada vez calienta menos los océanos:
www.imarpe.gob.pe; Instituto del Mar (IMARPE), república del Perú.
Entonces, si no hay un calentamiento tendencial de los océanos ¿de dónde viene la sentida perdida de confort climático junto a las apocalípticas lluvias, indiciadas como la evidencia de un “cambio climático global”? La explicación la tenemos en el mal manejo antròpico de la biosfera, la biota, el componente vivo que estructura el sistema terrestre planetario.
El bosque regula la temperatura al reducir el calor por liberar los árboles agua a la atmosfera a través de sus hojas –sentimos un fresco agradable al entrar a un invernadero -; redirige la orientación de los vientos por ser un factor enfriante de ellos y su simple ausencia es catastrófica porque hace inevitable la destrucción del suelo, ya que las raíces de los árboles mantienen su cohesión y la frondosidad evita el fuerte impacto sobre él de las gotas de lluvia, hecho que ocasiona la fuerte erosión en vertientes fluviales y posterior arrastre de sedimentos en un lodazal que avanzará inevitablemente hacia los puntos más bajos del relieve. En este sentido, los desarrollos urbanos mal congeniados sobre el paisaje natural se convierten en el factor medular de la inestabilidad ambiental – escrito TalCual Las Tejerías: crisis ambiental en prospectiva-.
En Venezuela la tasa de deforestación se ha incrementado hasta cuatro veces al comparar el periodo 1978-1998 con el periodo 2000-2020 según informe Cobertura del suelo en la Amazonia venezolana, SOS Orinoco, marzo 2023, pasando de 1836 km2 de vegetación desmontada a 7905 km2, una superficie mayor a la extensión territorial del estado Trujillo, representando según la FAO www.epdata.es el 30% de toda la superficie desforestada en América del Sur y el 8% del total mundial, un verdadero ecocidio planetario –ver TalCual digital Antiambientalismo como política de los Estados–. Pero lo más resaltante de la información numérica es que mientras la tendencia mundial entre el periodo 2015 -2020 ha sido la disminución en un 17% de la depredación forestal, en Venezuela durante el mismo lapso de tiempo la deforestación sufrió su mayor incremento histórico: un 37%, a pesar de existir una legislación en materia forestal que regula la actividad rigurosamente, que paradoja.
En síntesis, el calentamiento global es en realidad una sumatoria de la pérdida paulatina del confort climático local según paisaje natural mal intervenido, ocasionado por la aparente e indetenible destrucción de la biosfera terrestre entre otros factores añadidos como la emanación de gases que propician la existencia de nubes oscuras en los cielos de las grandes urbes, “smog”, afectando la salud pública porque desmejora la calidad del aire que respiramos y propicia un calor incomodo por provocar la reflexión de la luz solar; por último, la no limpieza y tratamiento de aguas residuales impide el reflorecer de la biota y la cada vez menos disponibilidad de agua potable para la vida sustentable.
Definitivamente, cuan chismosos son los números.
Pascual Curcio Morrone es geógrafo (UCV-1983). Especialista en Análisis de Datos. Especialista en Fotogrametría, IPO, adscrito a la Universidad de Stuttgart, Alemania.
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