Los CLAP no han acabado con las colas en Guatire
Autor: Daniel Palacios Ybarra
Poco a poco el calor hace efecto. La fatiga, el sudor corporal, el enrojecimiento de la piel y el cansancio colectivo se hacen visibles a las 8:30 am en la cola para comprar «lo que haya» en un concurrido supermercado de Guatire, lugar donde han surgido no pocas protestas para exigir alimentos que están escasos en el mercado.
Casi todas las personas presentes son mujeres, aunque algunos pocos hombres jóvenes entre 20 y 40 años esperan su turno para adquirir los productos de primera necesidad. Al frente, del otro lado de la acera, se mantiene otro grupo en sus respectivas motos. Son los esposos de las mujeres que «bachaquean». Ellos están ahí para asistirlas, cargar las bolsas de los alimentos racionados o defenderlas ante una eventual agresión de alguien que no respete el orden de llegada. Nunca falta un vivo.
Al otro extremo está la fila de la tercera edad, que desdibuja su línea recta entre los escalones de una escalera cercana, donde se sientan viejitos y no tan viejitos en espera de su turno. Personas de todas las edades se reúnen una vez por semana para comprar productos de primera necesidad, de acuerdo a su terminal de cédula.
Los que no han nacido también van, aunque no lo sepan, en los vientres de las madres embarazadas, agrupadas con los abuelos y discapacitados. Como es evidente, nadie se salva de hacer colas en Venezuela si de aprovechar los precios preferenciales se trata. Esos que el Gobierno oficializa como «precios justos», aunque no cubran las estructuras de costos, ni garanticen la presencia de los productos escasos en el mercado.
VOCES DEL CANSANCIO
Cansada de la espera, Oriana Pérez comenta que la cola se convirtió en su vida en un asunto rutinario. «Cada vez que vengo, me encomiendo a Dios para que no pase nada en camino de mi casa al supermercado, porque salgo a las 4:00 am. Por eso me pongo de acuerdo con algunos vecinos y bajamos juntos. No es justo que tengamos que venir a madrugar para comprar, además en desventaja porque aquí hay gente que hace la cola desde las 5:00 pm del día anterior y duerme aquí en la calle. Yo vine sin saber qué hay, puede que hoy vendan papel higiénico o harina de trigo. Nadie sabe lo que va a comprar».
A poco más de un mes del lanzamiento de la Misión Abastecimiento Soberano y cuatro meses de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, en Guatire las colas continúan, al igual que en Caracas, Barlovento, Altos Mirandinos y regiones vecinas.
«¿Si esos CLAP funcionaran cómo se explica todo este gentío en cola? A mi casa sólo ha llegado una vez y esa bolsa de comida que me da el Gobierno no cubre la cesta básica porque no tenía azúcar ni leche en polvo, ni líquida. La harina Pan se consigue por encima de los Bs 2.000 en la calle.
A ese precio he tenido que pagarla para poder comer, porque la cantidad de harina de maíz que ofrece los CLAP cubre al menos una semana, y el racionamiento de comida ocurre cada tres o cuatro semanas, y no siempre se cumple», agregó Irma González, otra cliente, visiblemente irritada.
LOGÍSTICA
Poco más tarde, a las 9:15 am, avanzaba la cola más rápido, para comprar aceite pequeño envase y una bolsa de detergente. Una vez adquiridos, corresponde hacer otra cola para pagar en cajas que habilitan de manera exclusiva para artículos regulados.
Para facilitar el pago de estos clientes especiales, en las instalaciones del supermercado, a lo largo del pasillo central fueron retirados dos anaqueles. Casi inhóspito luce el pasillo izquierdo, antes repleto de desodorantes, hojillas, máquinas de afeitar y cremas dentales cuyos espacios ahora ocupan servilletas en toda su extensión.
Al frente están las neveras, donde antes el cliente podía escoger la charcutería de su preferencia, servidas en bandejas. Pechuga de pavo, jamón de pierna, salchichas, queso americano, guayanés y duro para rallar, estaban al alcance de la mano. Ahora, en el mismo lugar hay refrescos, pero las neveras están apagadas. Sólo hay Pepsi y Coca Cola en sus versiones light y sin calorías, ante la escasez de azúcar para producir el original refresco de cola. Algunas otras marcas como Chinotto, 7 Up y Frescolita siguen rezagadas en los anaqueles con menor cantidad de botellas.
Del universo de cereales infantiles sólo quedan disponibles los productos líderes de Alfonso Rivas y Kellogg’s, Flips y Corn Flakes respectivamente. Envasados ahora en cajas opacas o de superficie rústica, sin el color y el brillo habitual, para no incrementar más el precio del producto por la presentación del empaque.
EL RESULTADO
Al salir del establecimiento, es visible el cansancio de quienes madrugaron para comprar. La suerte no les acompañó. Sólo detergente y aceite pudieron adquirir. Artículos que sirven para la casa o como bienes de intercambios en una modalidad de trueque entre vecinos, familiares, amigos y hasta desconocidos, en grupos de Whatsapp destinados para tal fin.
Esta realidad, se repite a diario en Guatire, en el estado Miranda y en toda Venezuela.
PROTEGER LA MERCANCÍA
Algunos untables como jamón endiablado, quesos fundidos y hasta las latas de Pirulín quedaron aislados en un mostrador bajo supervisión de una cajera que cobra y entrega por separado estos productos, para evitar que sean abiertos por quienes los comen sin haberlos pagado.
Albertino, quien pidió proteger su nombre bajo este seudónimo, le molesta hacer una doble cola, pero comprende mejor la situación desde la semana anterior cuando fue testigo de cómo un hombre, entre unos 35 y 40 años, se colocó detrás de él para encubrirse de las cámaras de seguridad y apropiarse de lo ajeno.
«Escucho un movimiento extraño, como el de un paquete que suena. El tipo de pronto empieza a abrir un paquete de galletas rellenas. Vació todo lo que había adentro y se las fue metiendo en todos los cuatro bolsillos del pantalón, los dos de adelante y los dos de atrás y así lo vi salir del establecimiento, como si nada hubiera pasado. Me quedé pasmado. No sabía si avisarle al personal de seguridad o quedarme callado ante el temor de una posible amenaza. En este país el que denuncia termina perdiendo porque es objeto de venganza. A lo mejor robó por necesidad, pero también pudo robar por vandalismo, ya uno ni sabe», resume la explicación el cliente de este supermercado, donde además se observan conchas de cambures consumidos sin pagar.
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