Los futuros inciertos en América Latina, por Marino J. González R.
El inicio de un nuevo año siempre es oportunidad para anticipar lo que puede venir. Las sociedades ordenan la vida alrededor de los límites marcados por los años. Recordamos eventos asociados con los años en que ocurrieron, los personales y los colectivos. Los historiadores nos han señalado que los procesos son más complejos que una sucesión de años. Que hay factores que afectan de manera más amplia que la simple separación cronológica. Sin embargo, un nuevo ciclo, que llamaremos 2024, es una buena ocasión para identificar las tendencias de los futuros.
Son futuros en plural porque son múltiples combinaciones. No existe un solo futuro. Más bien son diferentes posibilidades. Y esos futuros pueden variar por países, regiones, localidades, personas, instituciones. Y esos tantos futuros tienen en común que no son estáticos. Pueden enunciarse como referencia, pero pueden modificarse al siguiente instante de formularse. Justamente la idea de proponer los futuros es saber cómo se puede incidir en ellos, para promover que pasen cosas, o para evitar que pasen otras.
Lo fundamental es que para imaginar los futuros necesitamos saber lo que puede pasar, aunque tenga una gran variabilidad, necesitamos reconocer tendencias. En otras palabras, para indicar futuros se requiere saber el punto de referencia y la manera como puede evolucionar.
Para formular futuros, entendidos como escenarios, deseables o indeseables, es un requisito contar con información sobre lo actual, ideas sobre cómo puede cambiar, y alternativas en forma de intervenciones, o más estructuralmente, como políticas públicas. Al final es clave contar con datos, expertos, y opiniones. Con todos esos factores podemos hacer mejores análisis prospectivos. Esto es, análisis que nos permitan identificar futuros y la forma de incidir en ellos.
El área económica ofrece ventajas para realizar análisis prospectivos. Se cuenta con datos, recopilados periódicamente nacional o internacionalmente, conocimiento sobre la evolución de las variables, y expertos en múltiples ramas. Por ello muchos organismos internacionales pueden argumentar con precisión variable lo que puede suceder en uno o cinco años en aspectos como el crecimiento y la inflación. Es de precisión variable porque los métodos no son exactos, o porque pueden surgir imponderables. O porque el seguimiento de las políticas económicas no contaba con toda la información requerida.
La evolución de la situación política es más difícil de realizar. Los sistemas de seguimiento están menos desarrollados, y la intervención de factores como las relaciones entre los actores políticos, por ejemplo, la cooperación entre líderes o partidos cuenta con menos información y menos posibilidades de acceder a ella. De allí que proponer escenarios sobre elecciones, decisiones legislativas, conflictos bélicos, resulta una tarea mucho más compleja y de mayor incertidumbre.
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En la política social la situación es parecida a la del ámbito político. Los sistemas de seguimiento de las condiciones sociales tienen un rezago que se puede medir en años, incluso en décadas. Por ejemplo, la última medición del gasto catastrófico en salud en América Latina en la base especializada del Banco Mundial para estos aspectos es la de Costa Rica en 2018. El resto de los países tienen mediciones anteriores, en el mejor de los casos, porque hay países que no tienen ninguna medición. Esto es, la totalidad de la información (en esa base de datos) es previa a la pandemia de covid-19.
Esta situación se repite en muchas áreas de política social. De allí que sea absolutamente inadecuado proponer escenarios basados en datos de cinco años atrás, por decir lo menos. Tendría que ocurrir una verdadera transformación de la medición de condiciones de vida realizada por los gobiernos de los países, para que esto cambiara radicalmente. Por ejemplo, con sistemas de monitoreo basados en encuestas por muestreo de regularidad mensual. Solo así podríamos pensar en escenarios de lo que pasaría con la protección social en los primeros meses de 2024. En la actual situación esto no es posible. Es evidente que esto es muy necesario para saber el impacto de las políticas en la vida concreta de las personas.
Las circunstancias anteriores están agravadas en América Latina. La distancia entre las posibilidades de medición con las de otras regiones de referencia, como la Unión Europea, en muy grande.
Y, además, los requerimientos de análisis prospectivo con también mayores, dadas las restricciones políticas, económicas, y sociales que se confrontan. Esperemos que 2024 sea un año de oportunidades para mejorar los análisis prospectivos en América Latina, y, por ende, para contribuir a elevar las condiciones de vida de todos los ciudadanos de la región.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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