Los piromaníacos, por Teodoro Petkoff
Mientras más revelaciones brotan en el juicio de la maleta, más ridículas lucen las maromas del oficialismo para tratar de desviar la atención. Alguno de los gacetilleros oficiosos del régimen preguntaba el domingo si no habíamos visto las reacciones «espontáneas» del pueblo ante la denuncia del «golpe». La verdad es que lo único que pudimos ver fue una suerte de mitincito de barrio ante las rejas de Miraflores, que sin duda fue espontáneo porque su diminuto tamaño indicaba bien a las claras que no tuvieron tiempo de arrear a los empleados públicos y debieron conformarse con ese flaicito al pitcher, que Chacumbele despachó sin muchos miramientos, en pocos minutos. La poquita gente no le dio nota. De resto, lo otro «espontáneo» que también se vio fue una concentracioncita, aún más modesta que la de Miraflores, frente a la Fiscalía, donde varios próceres del proceso lanzaron amenazas de todo calibre contra medio mundo «si le hacían siquiera un rasguñito» al jefe. Parecía una banda enloquecida de piromaníacos, tal era la furia con que se expresaban de las llamas en las que habrían de arder los «golpistas». El único que no habló fue Jorge Rodríguez, a quien la fotografía captó con una sonrisita sarcástica, mientras escuchaba a Diosdado, probablemente recordando historias del 11A y días subsiguientes, que rodaban en el gabinete gubernamental, según las cuales, de los tres oradores no fue precisamente aquél quien demostró la mayor disposición a «derramar hasta la última gota de sangre» por la vida de Chacumbele.
Sin embargo, toda esa orgía palabrera fue seguida de una declaración asombrosa por parte del futuro ex gobernador de Miranda: «Estamos tratando de evitar la violencia». A menos que se trate de una novedosa fórmula de homeopatía política, de curar la violencia con violencia, la verdad es que los discursos sonaban más bien como puras y simples incitaciones a la violencia y al derramamiento de sangre –o de cenizas, que será lo que quede después de la quemazón colectiva «por los cuatro costados», con la cual se amenazó al país.
Ese mitincito escuálido da buena cuenta del escepticismo del país frente a las denuncias de golpe y magnicidio. La incredulidad llega a tanto que el PSUV, o al menos Müller Rojas, vaya uno a saber si con unos palos de más, anunció una especie de investigación al PPT por su «falta de entusiasmo» en la batalla contra los magnicidas. Si la cosa hubiera sido anunciada como debe ser (por algún general serio y no por ese que dijo haberse enterado de la conspiración oyendo La Hojilla), tal vez recolectarían más gente para los «actos de masas», pero ¡es taaan difícil creerle a Mario Silva!