Los precios del pescado, por Simón Boccanegra
Otra faceta del Plan de Destrucción Nacional que con tanto éxito adelanta el gobierno revolucionario es la de haber provocado una caída mayúscula en la industria pesquera. La expresión más protuberante de ello la siente cada comprador de pescado en el bolsillo. Los precios del pescado son, paradójicamente, siderales. Desde que se tomó la decisión de prohibir la pesca de arrastre, la relativa escasez de pescado que acompañó a esa medida elevó inmediatamente los precios. Es la manera de gobernar sin diseñar alternativas a las medidas que eventualmente pudieran afectar a sectores de la población. Puesto que la eliminación de la pesca de arrastre era un clamor, sobre todo entre ambientalistas y ecologistas, el gobierno tomó la medida, pero olvidó que de esa modalidad pesquera vivía un montón de gente, que de pronto quedo colgada de la brocha. Ciertamente, la pesca de arrastre debía ser eliminada, pero la misma suerte no tenían que correrla los que la trabajaban. Creer que la sola pesca artesanal podía cubrir la demanda de pescado era una ilusión. Pero eso fue lo que se sugirió a los pescadores cesantes. Sin embargo, como era dable esperar, la pesca artesanal no podía cubrir ni de lejos la oferta desaparecida con la defunción de la pesca de arrastre.
La eliminación de esta tenía que formar parte de un paquete, que incluyera en lugar prominente alternativas viables al arrastre. Pero eso era pedir demasiado a la incompetencia que nos gobierna.