Lulamento, por Teodoro Petkoff
La verdad es que Chávez es el propio elefante en una cristalería. Justamente cuando había lanzado, al fin, una señal de que está dispuesto a considerar una salida electoral distinta al referendo revocatorio, en los siguientes tres días embarró todo. Se buscó un roce con Lula y su gobierno, otro con Gaviria y la OEA, y hasta intentó una tosca manipulación de la conversación que sostuvo con Eduardo Fernández, con los monseñores Porras y Pérez Morales y conmigo. Para rematar, «su» general Acosta Carle dio una bochornosa muestra de la clase de bárbaros que a veces, vaya uno a saber cómo, llegan al generalato, para luego llenar de vergüenza a sus colegas, incluyendo a muchos de los que son afectos al régimen. Hasta quienes podrían aprobar una presunta acción contra el acaparamiento debieron experimentar verdadera repugnancia ante el espectáculo cobarde y grotesco protagonizado por Acosta y sus hombres. Se necesita una torpeza infinita, primero, para emplazar a Lula públicamente, y luego para pensar que podía cambiar el trabajo de filigrana de las cancillerías más importantes del continente con ese viaje festinado a Brasilia. Como es natural, y puesto que no estaba hablando con un improvisado ni con un fantoche sino con un líder curtido en décadas de lucha, que no llegó por carambola al poder, su misión no tuvo éxito. La tentativa de dorar la píldora remitiendo al «futuro» la posibilidad de ampliar el Grupo de Amigos la liquidó lacónicamente el canciller Amorim: «el futuro sólo pertenece a Dios». Igual con lo de Gaviria. Hasta Jorge Valero, en la OEA, tuvo que enmendarle la plana, recordándole que el secretario general está aquí mandatado por ese organismo y de ningún modo a título personal o por invitación suya. Rangel mismo aclaró que el gobierno no se va a levantar de la Mesa. En lo diplomático pues, la semana terminó pésimamente para Chávez, pero dejó afirmada la negociación como vía para resolver la crisis. La Mesa, en lugar de debilitarse, ha sido reforzada por la confirmación del Grupo de Amigos. Sin embargo, y a pesar de las metidas de pata presidenciales, continúa en órbita la cuestión de la enmienda constitucional. La Coordinadora Democrática, según lo dicho por Henry Ramos, no desestimó ese planteamiento y lo registró, para decirlo con las propias palabras del dirigente adeco: «es la primera vez que (Chávez) acepta públicamente que son varios los mecanismos constitucionales para sacarlo del poder» (El Nacional, ayer). Esto significaría que incluso con el referendo consultivo, cuyo resultado, por muy favorable que sea, no implica forzosamente la renuncia del presidente ya que ésta, según la pregunta misma, depende de su voluntad, la oposición podría asumir con la rapidez del caso la iniciativa popular para hacer aprobar la enmienda que acorte el periodo y abra el camino a las elecciones. Varias veces hemos reclamado en estas páginas la necesidad de que la oposición democrática recupere la conducción estratégica que la llevó de triunfo en triunfo -a pesar del bache del golpe- desde el paro de diciembre del 2001 hasta la Mesa de Negociación, pero que nuevamente fue confiscada por sectores que por segunda vez han insistido, para fracasar, en la aplicación de la política del «atajo». La coyuntura es propicia para ello.