¡Machistas, temblad!, por Teodoro Petkoff

Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Mucho es lo que el mundo en general y nuestro país en particular han avanzado en la superación de la discriminación por razones de sexo. Pero todavía falta también mucho por andar. Los progresos habidos son contradictorios y marcados, en ocasiones, por retrocesos. Nuestro propio país es muestra de ello. A pesar de que la mujer hoy es mayoría en casi todas las profesiones liberales y los mandos intermedios de la sociedad son de ellas, de los altos cargos están literalmente excluidas. Veamos qué ocurre con la presencia de la mujer en posiciones de mando en el Estado. Una tercera parte del gabinete está integrada por mujeres: cuatro ministras y la vicepresidenta, pero en el Parlamento apenas el 8% de los diputados es de mujeres. En el país, pues, el prejuicio machista, a pesar de los avances, conserva aún raíces profundas en la conciencia colectiva -vale decir, por paradójico que parezca, tanto en hombres como en mujeres.
Por ello los gestos emblemáticos son necesarios. La lucha por consolidar los valores de la igualdad entre los sexos tiene que apoyarse todavía en actos afirmativos que sean la muleta de una voluntad que aún no se expresa con espontaneidad. Cuando los viejos partidos políticos decidieron establecer un determinado porcentaje obligatorio de los cargos electivos para las mujeres, intentaron hacer uno de esos gestos. La práctica, sin embargo, no acompañó tal propósito y con diversas argucias la «cuota» nunca fue respetada. Tampoco la Quinta ha sido exitosa en este empeño. Sus partidos son tan excluyentemente machistas como los antiguos y tanto en la Constituyente como ahora en la Asamblea las mujeres constituyen un porcentaje insignificante. Es más, para «sincerar» las cosas, fue eliminada de la Ley Electoral la norma sobre la «cuota» femenina. De manera que dimos un salto atrás.
En cambio, el gobierno, no sabemos si como orientación deliberada o no, ha dado, objetivamente, algunas muestras interesantes de valorar la participación femenina desde el ángulo de la igualdad. Nunca había habido en el gabinete un 33% de mujeres. No es un dato desdeñable. Como aún no ha llegado el tiempo en que la presencia numerosa de mujeres en los más altos cargos sea tan normal como respirar y la evaluación de su desempeño pueda hacerse más allá de las consideraciones de sexo, vale la pena subrayar, todavía, esta circunstancia precisamente desde la perspectiva de género, por la importancia demostrativa que sin duda posee. La mera presencia de Adina Bastidas como vicepresidenta y de Luisa Romero, Blancanieve Portocarrero, Ana Elisa Osorio y, ahora, María Urbaneja, más allá de consideraciones políticas o de juicios sobre su mayor o menor eficiencia, tiene el valor de un mensaje civilizatorio. Si son malas o buenas funcionarias, hoy 8 de marzo, es lo menos importante. En fin de cuentas, no son mejores ni peores que sus colegas masculinos. Son iguales, que es lo que importa.
Izaguirre ruega
La ex ministra de Hacienda fue la última mujer en el Gabinete de Caldera y la primera en el de Chávez. Luego de décadas dedicada a la labor pública, se desempeña por primera vez en el sector privado y desde esa barrera expresa su preocupación: hay un retroceso en la descentralización y otro Viernes negro está en las puertas de Venezuela