Maduro y Caracas, el mejor ejemplo de que no sabe ni dónde está parado
La distribución administrativa y geográfica de Caracas siempre ha sido un tema de confusión entre los habitantes de la ciudad. Tener un Distrito Capital como entidad capital ha creado la falsa ilusión de que Caracas se reduce al municipio Libertador, una alegación tan razonable como incorrecta.
La Constitución de 1999, tan vanagloriada por el chavismo, es la que establece la organización territorial y política de Caracas, reconociendo su extensión como Distrito Metropolitano de Caracas, compuesto por el municipio Libertador del Distrito Capital, pero además por los municipios Baruta, El Hatillo, Chacao y Sucre del estado Miranda.
Que el grueso de la población capitalina desconozca estas sutilezas territoriales es hasta cierto punto comprensible. Pero que Nicolás Maduro, el gobernante que utiliza Caracas como centro de operaciones, ignore por completo el funcionamiento del territorio donde vive y desde donde manda, resulta inaceptable.
El pasado lunes 25 de enero, durante una alocución con la dirección de su partido en la leyó algunos documentos, el ocupante de Miraflores fustigó a sus empleados por referirse a Caracas como Distrito Capital. «No pongan Distrito Capital, pongan Caracas. Caracas es Caracas. Es la capital del país, pero antes es nuestra ciudad», vociferó el mandatario en unas declaraciones que delimitan Caracas al municipio Libertador, dejando huérfanos a cuatro municipios del estado Miranda que también forman parte de la ciudad.
Y uno se pregunta cómo puede el mandatario ufanarse de haber vivido en El Valle toda su vida y no comprender hasta dónde se extiende la ciudad. ¿O será una jugada política que pretende pasar por encima de la Constitución de su «padre» político?
Lo cierto es que el regaño de Maduro no fue un hecho aislado. El énfasis cambiar de «Distrito Capital» a «Caracas» en todo documento que emita el oficialismo o, al menos, los que pasen por sus manos, no pasó en balde: tres horas después de la pública reprimenda, el reporte diario de la covid-19, que en sus 10 meses de existencia hacía referencia a la entidad como «Distrito Capital», se refería a esta como «Caracas».
El día siguiente, en otra de sus interminables alocuciones públicas, Maduro mantuvo la misma narrativa y al leer documentos que mencionaban al «Distrito Capital», rechazó la constitucional denominación e insistió en que es una forma de «imponernos pensamientos en la cabeza» a través de las palabras escritas.
Las declaraciones resultan cuando menos irónicas, al considerar que es el propio chavismo el que ha modificado decenas de símbolos y nombres consolidados en la memoria colectiva del venezolano: modificó el nombre del país; agregó una estrella a la bandera y va por una segunda; cambió el caballo en el escudo nacional, los nombres de casi todos los componentes policiales y militares; y más recientemente inició una cruzada incluso con entidades.
Y mientras Maduro se centra en discusiones sin importancia y pretende imponer por capricho una sustitución irrelevante de nombres para «mejorar» la capital de Venezuela, Caracas padece las consecuencias de un gobierno disfuncional que empuja a su población al hambre, a la ausencia de servicios e incluso, a una covid-19 que empieza a salirse de control en la ciudad.