Martín Caparrós visitó Caracas y se la comió
El escritor de origen argentino compartió este 21 de noviembre su placer por la cocina, lo que piensa del «nuevo periodismo» y lo rápido que le resulta aburrirse
A las cinco de la tarde la librería El Buscón ya se encontraba llena para recibir a Martín Caparrós. Una joven sentada en la segunda fila saluda a una mujer con acento andaluz, que le pregunta cómo va todo.
Ella responde: -Ahí más o menos, mi papá murió hace cuatro meses- y luego de una pausa agrega -es que se metieron a robar en la casa y bueno. Ahora después de todo lo que pasó me quiero ir-.
La velada en la que Caparrós hablaría de Comí, su libro publicado por la editorial venezolana Madera Fina en 2016, comenzó con la historia de violencia de aquella chica de cabello negro, desconocida por el resto de la sala.
Poco antes de las seis de la tarde entró Caparrós con sus bigotes templados hacia arriba y completamente vestido de negro. Llevaba puestos unos zapatos que bien podrían pasar por alpargatas.
Comenzó a hablar de «Solís», el seudónimo que usó la primera vez que escribió como crítico gastronómico, inspirado por Juan Díaz de Solís, un navegante europeo en ser el primero en llegar al Río de la Plata. Y aprovechó también para contar su pasión por la gastronomía.
«Yo no cocino como un hombre sino como una mujer. Los hombres cocinan cuando hay una ocasión especial, un partido, pero a mi me da mucho placer cocinar. Lo hago todos los días», dijo el ganador del Premio Herralde en el año 2011.
Caparrós fustigó la alta cocina «reservada para unos pocos», a su juicio ahora el comensal «es un peatón» que pasa de paso en paso en los restaurantes, «es la comida peatona», añadió. La risa se despertó en el público que lo escuchaba extasiado. Tras esto concluyó «ahora estoy volviendo a las cosas simples de la vida que es lo peor que me podía haber pasado».
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La investigación El hambre que le ha valido varios reconocimientos comenzó a hacerla en 2010. Si hay un tema que le interesa al escritor argentino es la desnutrición que hay en el mundo, afirmó seguirle los pasos a las estadísticas y mantenerlas frescas en su memoria.
«No soporto leer lo que escribo. Hasta que se publica lo dejo de leer radicalmente, para siempre«, con esa frase lapidaria Caparrós dejó claro a sus comensales que no vuelve a leer ninguno de sus libros. La palabra «obra» le parece pretenciosa y si su trabajo llegase a alcanzar alguna «coherencia» o interelación le parecería de lo más aburrido.
«Comí lo escribí con cierta velocidad. No recuerdo muy bien cuando los escribo, nunca tengo una idea. Comí, El Hambre, Entre dientes. Es mi trilogía perversa», dijo. Entre dientes solo está publicado en México y aseguró que no quiere que salga de allí.
El amor no es un tema que Caparrós quiera servirle a sus lectores. «Nunca fue un tema central en mis textos, quizá alguna vez me pregunte porqué pero ahora no quiero hacerlo».
Los sabores que Caparrós no olvida
«Mis abuelas cocinaban muy mal, no tuve ninguna suerte con eso, pero hay algo que hacen que sus sabores sean un legado. De cada una recuerdo unos sabores precisos, la tortilla de patatas de mi abuela Sagrario que era española» y una tarta con manzanas y canela de su otra abuela con ascendencia rusa.
El periodista asegura que son recetas que mantiene vivas cada tanto, además contó que el asado, plato típico argentino, es un sabor con el que volvió a reencontrarse en los últimos años, gracias a su hijo que es cocinero.
Las etiquetas en el periodismo
A la edad de Caparrós poco es lo que puede guardarse. Para el escritor la definición de «nuevo periodismo» es un invento de hace 60 años, «eso no es nuevo», dice sin cortapisa. A su juicio estas acepciones no terminan de explicar lo que desean.
A Caparrós le interesa más el método que el resultado, en ese sentido, explicó que estas etiquetas solo vienen a elogiar el resultado de autores como Truman Capote o Gabriel García Márquez que lo que hicieron fue cambiar los métodos para contar historias. Justo allí, en la divulgación de los métodos, está el secreto para que las futuras generaciones puedan aderezar sus textos y presentar una carta «nueva».
La tertulia no solo comenzó con la violencia que se come a los habitantes de Caracas, sino también con la paradoja de una ciudad donde escasea el dinero en efectivo. Caparrós relató que otras veces en su vida se ha quedado sin plata, pero que era la primera vez que teniéndola no la podía usar. «Eso solo me ha pasado aquí». Entre risas dijo que no iba a explicar cómo pudo resolver por si alguna autoridad estaba dentro de la sala.
Caracas no se comió a Caparrós. Caparrós se comió a Caracas.