Más palabras, por Teodoro Petkoff
Casi a comienzos de su gobierno, Chacumbele, dándose una vueltica por Paria, se enteró de que Macuro estaba aislada por tierra precisamente desde aquellos lejanos tiempos en que llegaron los españoles. Inmediatamente tomó un tractor y comenzó a abrir la trocha de la que sería la pronta carretera que ofreció. Minutos después bajó del tractor y hasta allí llegó la carretera.
Catorce años después Macuro continúa tan aislado como cuando Colón pisó sus playas por primera vez. No es que esa carreterita sea una gran obra, pero la manera como fue ofrecida, con toda la bombástica mediática que Chacumbele acostumbra a darle a sus actos más insignificantes, y luego el olvido, constituyen un símbolo de su gestión.
A Chacumbele le vendría bien una vieja canción de la cantante italiana Mina (seguramente desconocida para los jóvenes, por aquello de la brecha generacional), famosa en su tiempo y que puso de moda aquélla que se llamaba “Parole, Parole, Parole”, es decir “Palabras, Palabras, Palabras”. Casi catorce años después si algo ha despilfarrado torrencialmente el Presidente es una catarata interminable, infinita, de palabras. Palabras, palabras, palabras, eso es lo que ha sido su gobierno.
Nueve décimas partes de ellas vacías, huecas: cuentos, largas historias sin interés alguno, anécdotas, disparates ideológicos y culturales, mentiras puras y simples; en fin, puro gamelote. La décima parte restante (que son muchas horas, no se vaya a creer) se va en promesas, en ofertas que la ineptitud y la corrupción van transformando en nada. Lo de Macuro es apenas un detalle de una larguísima frustración que contiene cosas de gran envergadura.
Guayana no sólo está siendo destruida sino que nada de lo que fue ofrecido para la región ha pasado de la primera piedra. Hace años fue colocada la de la futura Ciudad del Acero, que ya fue cubierta por el monte.
La Línea V de Alcasa no ha pasado del anuncio del proyecto y la producción de Bauxilum bajó de 6 millones de toneladas a 2,7 millones. Una nueva siderúrgica fue prometida, que a estas alturas, según el plan, debía estar produciendo nada menos que la fantástica cifra de “15 millones de toneladas anuales de planchones”. Desde luego que tal nueva siderúrgica no existe sino en la fantasía de Chávez. Entre tanto, ponen el mayor empeño en destruir a Sidor.
Súmense a eso el ferrocarril de Puerto Cabello a Cúa, que está tardando más que la construcción de las pirámides de Egipto; la oferta, hecha en 1998, de reducir a la mitad el déficit de viviendas, que como se sabe viene a ser uno de sus más estruendosos fracasos. Ni hablar de la crisis eléctrica, de la cual finalmente, después de tratar de echarle la culpa hasta a Barbarito, terminó admitiendo que la culpa era suya y de más nadie, precisamente por falta de inversión.
Sería echar sal sobre la herida recordar el supergasoducto que iba a llegar hasta la Patagonia y que murió de irrisión, así como lo del segundo puente sobre el Lago de Maracaibo y la transformación de Miraflores en la universidad “más grande de Latinoamérica”, así como hacer de La Carlota el gran parque temático para Caracas.
Todo esto sin contar con minucias como los gallineros verticales, la ruta de la empanada y los cultivos organopónicos, al igual que la promesa de las promesas y el fracaso de los fracasos: la limpieza del río Guaire. ¿Puede este tipo tan incompetente seguir gobernando a Venezuela?
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