Mea culpa, por Laureano Márquez
No se trata de una particular manera de hacer aguas. La frase viene del latín y significa literalmente “por mi culpa”. En el rito romano, es una oración de preparación para la liturgia en la cual se confiesan públicamente los pecados ante el pueblo de Dios, como decir el Twitter Supremo, para que se entienda. Hago, entonces, mi mea culpa:
I
Conocí a Chávez en 1998 cuando trabajaba en KYS FM. El programa que conducían Alba Cecilia Mujica y Sergio Novelli mantenía un espacio: “Viernes de humor” y la pasábamos bastante bien y parece que el público también. Un viernes se presentó el entonces candidato presidencial, Hugo Chávez. Como se sabía de su visita desde el día anterior, yo llevé varios ejemplares de unos artículos en clave de humor, sobre un supuesto plan de gobierno para la salvación de la economía venezolana, que había escrito para la revista SIC del centro Gumilla. Recuerdo que entre ellos había uno: “Microdiccionario de macroeconomía” en el que definía todos los términos macroeconómicos de manera confusa para producir un efecto cómico ex profeso (que no es alguien que fue profesor, sino una locución latina que significa “a propósito”, “intencionadamente”). Fue la única vez que vi a Chávez en mi vida, pero fue suficiente. Al final de la entrevista, en la que tuvimos un intenso debate, yo caracterizando a Caldera y el caracterizándose a sí mismo, como solía hacer, le regalé los ejemplares de las revistas con los artículos aludidos. Antes de que yo tuviese tiempo de explicarle que eran en clave de joda, él, luego del consabido tic nasal, dijo:
Mira, te prometooooo, que voy a estudiar esto detenidamente y te prometoooooo que lo vamos a aplicarrrr…
Supongo que él vio la revista SIC, de corte progresista, y se imaginó que la cosa iba en serio. Ya en el gobierno no hizo otra cosa que aplicar en serio el plan de gobierno que yo le había dado en broma.
II
(10 años antes). Recién graduado en ciencias políticas, buscaba trabajo desesperadamente. La situación estaba entonces muy difícil para los politólogos, al punto que, muerto un colega en la indigencia, hacíamos una vaca para su sepultura y solicitábamos colaboraciones de 100 bolívares. Inquirido un funcionario de entonces por nosotros:
¿Podrías colaborar con 100 bolívares para enterrar a un politólogo?
El susodicho respondió:
¡¡¡Toma 200 y entierra a dos!!!
En un contexto así, naturalmente, conseguir empleo no era sencillo. Vi en El Nacional un aviso en el que solicitaban choferes para metrobús y me presenté con mi currículum. A la semana me llamaron para darme el empleo, pero en esos días surgió también la posibilidad de realizar estudios de postgrado en “Planificación y Gestión Gubernamental”. Opté por estudiar y fui a la C.A. Metro de Caracas a dar aviso de que no tomaría el trabajo. En la taquilla vi la lista de aspirantes; tacharon mi apellido y llamaron al otro aspirante que quedaba por la M. Es decir, que de no haber hecho estudios para gobernar el país, sería yo ahora el presidente. Lamento hasta el día de hoy no haber aceptado el puesto.
Aceptadas estas culpas capitales, como dicen las ventas por TV: «Hay más, mucho más»:
* Nunca he pensado que otro ser humano es una rata ni un gusano. Con ese pensamiento, los nazis exterminaron millones de personas. Así como me opongo a que los chavistas nos sigan aniquilando, tampoco quiero aniquilarlos a ellos.
* Nunca he mandado a nadie a hacer alguna acción que conlleve riesgo, si no estoy presente yo también en la misma, corriéndolo también. En tal sentido -con vergüenza-, reconozco mi admiración por todos los líderes opositores que se la han jugado, que han recibido tortura, agresiones y – de manera especial- por todos los que han sido asesinados en esta lucha.
* Me declaro culpable también de creer que esta es una confrontación ética en la que no podemos convertirnos en aquello que pretendemos cambiar. Eso fue lo que hizo el chavismo, elevando los males que padecíamos a la enésima potencia.
* Me declaro culpable de haber propiciado el voto cuando creí que el voto podía ser útil, como lo fue en la elección de la Asamblea Nacional, cuyos resultados agarraron tan fuera de base al régimen que tuvieron que hacer reforma exprés con la Asamblea vieja para inhabilitar la nueva
* Confieso haberme opuesto a este régimen desde el primer día, cuando muchos de los que hoy me crucituitan aún votaban por él porque aquí hacía falta “mano dura”.
* Pero sobre todo, me declaro culpable de no tener el más mínimo propósito de enmienda.
* Y por último me arrepiento, además, de haber escrito este artículo cuando la jauría debe estar tras una nueva presa. La historia me absorberá, el Twitter ya me absorbió.