Mi delirio chimbo, por Teodoro Petkoff
Ya sabemos, porque tenemos cuatro años calándonos su peculiar modo de ser, que Chávez cuando sufre un traspiés se pone bajito, saca el crucifijo, habla de errores y de rectificación, pero apenas se siente seguro recupera el tono camorrero, provocador y sobrado que lo distingue. Hasta el 11 de abril pasado mantuvo la cantinela de que se quedaría hasta el 2021, la abandonó después de esa fecha y ahora ha vuelto con el tema. El viernes, en Maracaibo, repitió: “Nosotros vamos para el 2021”.
Chávez sabe perfectamente que en el mejor de los casos para él, que sería el de no ser revocado dentro de unos pocos meses y ser reelegido en diciembre de 2006, su mandato, si termina ese segundo periodo sin ser revocado tampoco, no pasa de 2013, puesto que la Constitución admite una sola reelección.
¿Qué se puede pensar, entonces, cuando se oye a Chávez hablar del 2021? Pues que pretende producir, en algún momento, una reforma constitucional que permita una segunda reelección, lo que sería una suerte de golpe “constitucional” o que sencillamente va a actuar por la vía del golpe sin adornos y se va a quedar en la silla todo el tiempo que le dé la gana.
No sabemos si es que Chávez no se da cuenta, ni si en su entorno, además de reírle la gracia, no se atreven a alertarlo sobre los peligros que entraña esa mamaderita de gallo. Pero cualquiera que no esté poseído por la arrogancia del poder o no sea un solemne jalabolas y se quede callado, puede percibir que estamos frente a una provocación constante y un desafío permanente a la legalidad.
Sin embargo, este delirio no debe engañar a nadie. No es un signo de fuerza sino de debilidad. Chávez habla así para reafirmar la fe de sus seguidores e incluso la suya misma. El presidente sabe que a más de uno de estos lo embarga la incómoda sensación de que el poder puede perderse dentro de pocos meses por la vía del referéndum revocatorio y su cháchara esta dirigida a fortalecer los ánimos tambaleantes. Es igual que cuando vaticina una “paliza” para sus adversarios en el revocatorio. Esta silbando en la oscuridad para espantar el miedo. Pero también está en campaña electoral. Anda viajando por el país, mitineando por todas partes, tratando de levantar la moral de unas huestes cada vez más alicaídas (el viernes en el Poliedro debió regañar a un público que no le paraba ninguna bola al mismo discurso que ya ha oído mil veces), queriendo vender como nuevas las ilusiones ya desteñidas por el fracaso y la frustración. Está recurriendo a todos los trucos del populismo más rancio, sin excluir el proverbial programa de alimentos subsidiados, en cuyas bolsas se lee que se trata de una donación de Hugo Chávez. En fin, todo tiene un aire de ya visto, de pequeña estafa municipal.
Sin embargo, y valga la apostilla, está en acción.
Sus adversarios no deberían subestimarlo, como tantas otras veces.