Mi general Crespo atónito
Los transeúntes ya no reparan en él y mucho menos saben de sus ejecutorias burocráticas y guerreras
¿Qué no habrá visto el rústico busto del general Crespo desde la esquina donde parece guardia tutelar del viejo mercado municipal que lleva su apellido?
Gran paradoja, por cierto, que a quien llenó de lustrosos mármoles de héroes patrios el Panteón Nacional, le erigieran un monumento tan tosco y además de cemento, hoy carcomido por el paso del tiempo.
Los transeúntes ya no reparan en él y mucho menos saben de sus ejecutorias burocráticas y guerreras. Pero los fabuladores que nunca faltan, entre escupida y escupida de chimó, dicen que el rostro del general, en estos tiempos de crisis desbocada, se ha ido transformando: parece más ceñudo y preocupado, con las cejas arqueadas y la boca entreabierta.
Así corre la fantasiosa conseja popular, a la que algún comprador frustrado por la carestía daría por toda respuesta: “Y eso que él no compra aquí”.
Deja un comentario