Ministerio de Ambiente y CVG callan mientras sigue fuga de alúmina calcinada de Bauxilum
No hay información del grado de concentración de óxido de aluminio en el ambiente desde que comenzó la fuga, el lunes 5 de septiembre. Eso impide determinar qué tan contaminado está el aire y cuánta alúmina calcinada están inhalando los habitantes de los urbanismos afectados.
Texto: Laura Clisánchez / Correo del Caroní
Desde hace casi tres días las chimeneas del área de calcinación de alúmina de CVG Bauxilum dispersan sin control óxido de aluminio (alúmina calcinada), material cuya inhalación prolongada puede causar síntomas respiratorios graves, causar irritación en piel y ojos y daños neurológicos.
La fuga que no ha sido controlada constituye una violación a las Normas de calidad del aire y control de la contaminación atmosférica establecidas. Aunque esta emisión es considerada peligrosa por la naturaleza del material y por los riesgos a la salud que implica, ni el Ministerio para el Ecosocialismo (Minec) ni Gerencia Ambiental de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) ni Gestión Ambiental de CVG Bauxilum se han pronunciado o acudido a las comunidades afectadas para verificar los daños ocasionados.
Al contrario: La producción continúa, y las emisiones fuera de norma también, toda vez que los sistemas de control de contaminación atmosférica no están funcionando.
Urbanismos ubicados en el eje Atlántico y avenida Paseo Caroní, en Puerto Ordaz, continúan expuestos al material corrosivo. Los afectados reportan ardor en los ojos, tos frecuente, picazón en la piel y bronquitis.
En Ciudad Guayana había 12 equipos de vigilancia de calidad del aire distribuidos en cada empresa básica, y en puntos estratégicos, pero por falta de mantenimiento, recursos, capital humano y voluntad política, desde hace 14 años la urbe carece de tal sistema de control ambiental y vigilancia de contaminación atmosférica
Señalan, además, que temen que la exposición al material sea prolongada. Es por eso que piden al Minec y Bauxilum que hagan los correctivos necesarios para detener las emisiones.
“En las tardes se siente un olor a químico, como de algo quemado. Anoche yo no podía dormir de tanto toser, me picaba la garganta. Yo apenas estaba saliendo de la COVID-19, no quiero caer en otra enfermedad pulmonar…”, expresó Maritza Flores, habitante de la urbanización Villa Ikabarú.
“Mi pregunta es, ¿cuándo van a mandar a alguien para que revise lo que está pasando?”, cuestionó.
Esto ocurre mientras, vía redes sociales, Bauxilum se limita a reseñar el estatus actual de la producción de alúmina calcinada, material necesario para producción de aluminio primario.
“Por favor, hay que tomar conciencia. Tenemos personas cuyos familiares se fueron para San Félix porque no pueden con la alergia o bronquitis. Hacemos un llamado al Ministerio del Ambiente”, expresó Fernando Díaz, habitante de El Guamo.
“No se trata de detener la poca producción. Se trata de tener empresas activas cuyos procesos tengan sistemas de control de contaminación ambiental que permitan mantener los contaminantes por debajo de las especificaciones técnicas que establece la legislación ambiental venezolana que es bien extensa y elaborada, pero no se cumple”, manifestó Luis Guzmán, biólogo y especialista en ciencias ambientales.
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Opacidad y silencio sobre el ambiente
No se tiene información del grado de concentración de óxido de aluminio en el ambiente desde que comenzó la fuga, el lunes 5 de septiembre. Eso impide determinar qué tan contaminado está el aire, y cuánta alúmina calcinada está inhalando la gente.
La emisión ocurre porque el filtro del calcinador de Bauxilum no está funcionando como debería y por lo tanto no retiene el material.
“Lo correcto es que funcionen los sistemas de control de contaminación atmosférica, pero hay una gran opacidad. Lo único que se ha colado a la opinión pública es que el calcinador arrancó sin el sistema de control ambiental asociado. Estamos hablando de la emisión de un material sumamente fino que se considera fuera de especificaciones técnicas para la producción de aluminio y que es corrosivo y, por lo tanto, en altas concentraciones produce la destrucción de tejidos”, señaló el especialista.
En Ciudad Guayana había 12 equipos de vigilancia de calidad del aire distribuidos en cada empresa básica, y en puntos estratégicos, pero por falta de mantenimiento, recursos, capital humano y voluntad política, desde hace 14 años la urbe carece de tal sistema de control en el ambiente y vigilancia de contaminación atmosférica.
“Desde 2006 o 2008 no se tiene información alguna de la calidad del aire que respiramos ni la calidad del agua que tomamos”, informó Guzmán.
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Salud respiratoria en riesgo
La única certeza que se tiene es que el material nunca debió llegar a las zonas residenciales, que la fuga debe ser controlada lo más pronto posible, y que, inhalar el polvo de alúmina por tiempo prolongado no solo provoca tos o irritación, sino problemas respiratorios serios como dificultad respiratoria, inflamación de bronquios (bronquitis) y neumonía química.
Urbanismos ubicados en el eje Atlántico y avenida Paseo Caroní, en Puerto Ordaz, continúan expuestos al material corrosivo en el ambiente. Los afectados reportan ardor en los ojos, tos frecuente, picazón en la piel y bronquitis
La población más propensa a presentar síntomas respiratorios graves son los trabajadores del área de calcinación de alúmina, niños, personas de la tercera edad y personas con enfermedades respiratorias de base o en curso, como covid-19, asma, fibrosis o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Así lo explicó Elideth Marcano, neumonóloga clínica.
Marcano recomendó el uso de mascarillas KN 95 en espacios abiertos mientras persistan las emisiones del polvo.
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Una pérdida de recursos
Guzmán opina que, además de ser un peligro para la salud humana y animal, la fuga también es una pérdida económica para la empresa. “Bauxilum tenía que haber capturado este material, primero para evitar que saliera a la atmósfera y no ocasionara el problema que ocasionó y segundo, para aprovecharlo como parte de su propia materia prima”, dijo.
Argumentó que, dejando a un lado la caída en picada de la producción en las industrias básicas de Guayana por la administración opaca del Estado y la crisis energética, “una empresa considerada como contaminante es una empresa que con toda seguridad es ineficiente, de baja productividad y, por lo tanto, de muy baja competitividad. En cambio, las empresas que incorporan la variable ambiental en sus procesos, vinculada con sus planes de negocio pueden tener mucho éxito”.