Miquilena vs Chávez, por Teodoro Petkoff
Cada día es más evidente la existencia de dos líneas fundamentales en la conducción del gobierno. Ambas son expresión de modos distintos y contrapuestos de entender y manejar la situación política. Para un sector, a la cabeza del cual está el propio presidente, la gobernabilidad del país estaría amenazada por una «conspiración contrarrevolucionaria». La respuesta a tal amenaza sería una «profundización del proceso», lo cual, obviamente, conduce a acentuar la polarización política existente. Para otro sector, cuyo jefe más conspicuo es el ministro del Interior, la polarización extrema parece inconveniente y se esfuerza por abrir algo así como una «zona de despeje», donde puedan procesarse, mediante el diálogo, los intereses hoy enfrentados y prácticamente incomunicados entre sí.
Así, el primer sector, el de los «duros», el de los «halcones», trabaja en la resurrección del MBR-200 y en la «profundización del proceso», que comienza, precisamente, por la división de los partidos del régimen. Sacar al MAS de la alianza, pero escindiéndolo, para «rescatar» a los revolucionarios puros y duros y adelantar, simultáneamente, la purga en el MVR, donde comienzan a producirse movimientos sísmicos para echar del partido a los «infiltrados» de la Cuarta. Luego, los partidos así decantados se unificarían bajo las siglas del grupo seminal de la «revolución», el del Samán de Güere. Los «conspiradores», por otra parte, ya han sido identificados: los medios y los banqueros. El lenguaje se torna amenazante. Burdos juegos de palabras en los cuales el término «armas» destella con brillo siniestro, pretenden generar aprensión y temor.
El otro sector, dialogante y conciliador, reacciona más bien cautelosamente y sin ningún fervor ante el anuncio de que se reconstituirá el gran partido de los purasangres del proceso. Ante las ásperas críticas de los obispos, prefiere pasar agachado y no confrontar y, además, en gesto inusitado, define frente a la guerrilla colombiana una actitud rotundamente diferente a la del presidente. «No pueden ser amigos nuestros quienes asesinan compatriotas». Lo dice Miquilena, además, en el escenario de la asamblea anual de Fedenaga, saliendo así al encuentro de posiciones similares sostenidas por los criadores de ganado. Puente de plata tendido hacia la sociedad civil. Miquilena tiene la edad suficiente para recordar cómo fue que la AD del 45, mucho más poderosa y organizada que el caótico aluvión chavista, fue echada del poder, en medio de la total indiferencia del país. Hay vela de armas en cada uno de los campamentos y todos se preparan para el gran encontronazo. Parece increíble que pueda ser así, pero todo indica que estamos aproximándonos a una partición de aguas, a una encrucijada en la cual los protagonistas de este «proceso», los creadores del «proyecto», se van a jugar a Rosalinda