Alonso Moleiro cree que la FAN necesita clases de formación social, moral y cívica
El periodista publicó, con el apoyo de la Editorial Dahbar, el libro La nación incivil, con el subtítulo El Caracazo, sus consecuencias y el fin de la democracia
«La Fuerza Armada necesita una clase de formación social moral y cívica, la que nos daban en bachillerato», dice con fuerza Alonso Moleiro, quien señala en su segundo libro, La nación incivil, que la actual tragedia venezolana se gestó, en buena medida, entre los años 1989 y 1992, agregando que hubo importantes líderes civiles que se dedicaron a atacar a los partidos y le pusieron la alfombra roja para el ingreso a la política de Hugo Chávez.
En su análisis, Moleiro destaca también la sorpresa que para la dirigencia política democrática tuvieron los sucesos conocidos como el Caracazo, la mácula que significó la masiva violación a los derechos humanos que se cometieron para contener esos disturbios y la excesiva confianza que se tuvo a sí mismo Carlos Andrés Pérez, lo que no le permitió ver la confabulación que había para sacarlo del poder.
Toda esta indagación fue recogida por la Editorial Dahbar que publicó el texto La nación incivil, con el subtítulo El Caracazo, sus consecuencias y el fin de la democracia, escrito por Alonso Moleiro, quien también es el autor de Los estúpidos no cambian de opinión.
Moleiro comenzó su andar periodístico en el diario El Globo, la revista Primicia, El Nacional, fue ancla en el circuito Unión Radio —programa que fue prohibido por Conatel—, es integrante del Consejo Asesor de TalCual y donde a través de sus redes sociales trasmite los viernes Crónicas Crónicas, y es el corresponsal del diario español El País en Caracas.
En este libro, Moleiro hace un concienzudo repaso sobre la realidad venezolana de finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado; años en los cuales se produjeron el Caracazo y los dos golpes de Estado durante febrero y noviembre de 1992, eventos que tuvieron nefastas consecuencias para el país, concretadas a partir de 1999.
Agarrados fuera de base
—Ubicas el inicio del fin de la democracia en el llamado Caracazo. ¿Por qué llegas a esa conclusión tan tajante?
—El Caracazo fue extinguiendo el fervor popular por la democracia. Para el año 1989 en Venezuela todo el mundo era adeco o copeyano, caraquista o magallanero. Eso empezó a desaparecer a partir de ese momento y es cuando se consolida el discurso de la antipolítica contra la clase dirigente venezolana y se inicia la crisis política con el asedio a Carlos Andrés Pérez (CAP) que logra su salida del poder y que nos costó muy caro.
La democracia venezolana estaba en un proceso de reingeniería interesante para reconectar con las masas con la descentralización, elección directa de gobernadores y alcaldes, el voto nominal para legisladores. Después del Caracazo se apropió de Venezuela un instinto destructor que negaba todo lo logrado hasta ese momento. Después del 4 de febrero de 1992 en los restaurantes de Caracas había mucha gente pidiendo «otro golpe», cuando al presidente en ejercicio le quedaba año y medio de mandato. Lo convirtieron en el villano de la partida y, al obligarlo a renunciar, Hugo Chávez entra por la alfombra roja en la política venezolana.
—En diciembre de 1988 Carlos Andrés Pérez fue elegido de manera abrumadora como presidente y AD estuvo a punto de lograr la mayoría absoluta en el Parlamento, menos de tres meses después se produce el Caracazo. ¿Cómo se explica esa paradoja?
—Cierto, es una gran paradoja. Aquellas fueron las últimas elecciones de votación masiva, la abstención fue de 20%, número muy alto para el país político. El Movimiento al Socialismo (MAS) saltó al 12% en su tarjeta pequeña e irrumpió La Causa R. Creo que el Caracazo tomó por sorpresa al país político y frenó cualquier intento por mejorar la gestión democrática, por proponerle un modelo de desarrollo distinto al país. La respuesta del Estado democrático fue lenta, desproporcionada y brutal. Murieron 500 personas. El Caracazo es el lunar más feo que tiene la democracia en respeto a los derechos humanos. Fue un escándalo que una democracia tuviera fosas comunes.
Luego, Chávez se apropió de la narrativa del Caracazo —que era un hecho sin dueños— y lo puso como el precursor del 4 de febrero, que en realidad lo fue. Ahora, yo sí creo que hubo participación de la ultraizquierda en el Caracazo.
A lo anterior se unió la actuación de un grupo de líderes civiles. Un camino que Arturo Uslar Pietri, probablemente sin querer, le allanó a Chávez. Uslar estaba cobrando la venganza de la caída de Medina en la cual CAP tuvo participación, pero al estar Uslar Pietri todo el tiempo hablando de que el Pacto de Puntofijo es una cosa de corruptos, que todos los políticos son corruptos y los empresarios son honestos, sobre ese discurso llegó Hugo Chávez a la política y fue recibido con simpatía por la gente.
—Había un clima antipolítico en Venezuela que lo venían incentivando algunos medios de comunicación, como RCTV, y algunas figuras públicas. ¿Cómo una democracia ya de 30 años no pudo responder adecuadamente a eso?
—El gran aprendizaje de esto es que la democracia es un proyecto que tienes que fortalecer todos los días y que un régimen democrático es mucho más débil que una dictadura que está concebida para que nadie la tumbe. Aquí ni AD ni Copei quisieron investigar qué pasó en el Caracazo y sus diputados no abrieron una investigación ni escucharon a las personas.
La antipolítica era un fenómeno de algunos sectores de pensamiento neoliberal, pero con el Caracazo prende como fenómeno social, ahí aparece el boom de La Causa R y se resquebraja el bipartidismo. A mí eso me parecía bueno en aquel momento, los villanos de la política eran AD y Copei, pero la democracia venezolana le falló a la gente y sobre esa narrativa pudo Chávez construir un discurso que, al principio, parecía antipolítico e independiente y que solo hablaba de Simón Bolívar, pero que traía detrás de sí un proyecto de venganza social, y el Caracazo les sirve para eso.
La interpretación que hace el chavismo del Caracazo es totalmente adulterada, es una absoluta farsa. Aquí ni un banco ni Fedecámaras ni sedes de AD o Copei fueron saqueados. La gente salió a cometer locuras y sobre ese hecho horrendo, que es un fallo de la democracia, vino el chavismo con una narrativa cursi de que fue un levantamiento contra el neoliberalismo. Eso fue un invento posterior del chavismo, nadie ese día estaba hablando de eso.
A veces los cambios no se dan como sus promotores esperan
—Aníbal Romero decía que había clases dirigentes que desencadenaban procesos históricos creyendo que los iban a capitalizar, que quienes lideraron la lucha por la independencia creyeron que era un quítate tú pa’ ponerme yo, sin que la estructura social cambiara. ¿Les pasó algo parecido a Uslar, a Rafael Caldera y a Marcel Granier con Hugo Chávez?
—Totalmente, creo que es una apreciación muy exacta. Veremos cuál es el juicio que tendrá la historia para estos señores y también para un sistema de medios que en aquel momento era prepotente, que se creía dueño del país. El pleito de Rafael Poleo con CAP era personal y Poleo usó su periódico para resolverlo. Le abrió las puertas al Frankestein y el monstruo salió.
—El chavismo, tanto con Hugo Chávez como con Nicolás Maduro ha demostrado que no tienen ADN democrático.
—Es así, pero para que prendiera la población tuvo ayuda de los líderes orientadores del pensamiento civil del momento Arturo Uslar Pietri, Rafael Caldera, Ramón Escovar Salom y los medios de comunicación e intelectuales que acompañaron y aplaudieron el golpe de Chávez en lugar de ser un factor de contención, orientación, valorar lo que hemos hecho. Jamás escuchamos de Uslar una sola ponderación del sistema y empezó a fundamentar esa idea de que la democracia no servía para nada.
—CAP promovía la descentralización y le quitaba competencias al Estado, con esto último Uslar siempre estuvo de acuerdo.
—Totalmente, Uslar siempre dijo que AD era un partido que fomentaba el clientelismo político, que había que flexibilizar los procesos económicos, todo eso lo estaba haciendo Pérez, bien, mal o regular. Caldera también cuestionaba la política económica y después implementó una parecida en su segundo gobierno. Ahora, Pérez fue muy torpe, no se acompañó políticamente y fue increíblemente ciego, cometió una secuencia de errores prácticos que lo sacó de la política, le costó el poder y lo llevó a prisión porque no se quiso dar cuenta del tamaño de la maniobra que había contra el.
—¿Cómo hacemos para volver a la democracia?
—Siento que aquí hay que tratar de restaurar la idea del pacto político. Aquí hay que aprender a acordar. El país quiere ese pacto, hay que acabar con la idea de la conflictividad. Necesitamos una dirigencia opositora que asuma esa narrativa; lo viene haciendo de forma muy incompleta en un marco de persecución política. Los propios números de las encuestas hablan de una mayoría, 80% del país, que pide normalizar su vida.
La manera de trascender al chavismo es apagar su influencia y apagar su influencia es decirle a la gente: mira tenemos que acordar, tenemos que darle paso al sector privado, hay que pagar los sueldos. Necesitamos un parlamento fuerte, o sea, la palabra es cívica. Aquí se nos fue la cívica.
—¿No crees que a los que hay que civilizar es a los miembros de la Fuerza Armada?
—La Fuerza Armada necesita una clase de formación social moral y cívica, de la que nos daban en bachillerato. La Fuerza Armada necesita entender que los venezolanos que no son chavistas no son sus enemigos ni son agentes imperialistas. Somos ciudadanos que necesitamos estar cuidados en el pacto constitucional de la Constitución Bolivariana de la cual ellos, supuestamente, son garantes. La Fuerza Armada participa del saqueo, del escamoteo de la propiedad de las regiones y, además, tienen una interpretación increíblemente mediocre e incompleta de lo que es la historia venezolana y de la realidad política actual, esa es la verdad.