Monólogos de la boina, por Teodoro Petkoff
Ya está, pues. Chacumbele le respondió a José Vicente Rangel. Por boca de un muñeco de ventrílocuo apellidado Carrizález, el Presidente mandó a su ex vicepresidente a lavarse ese paltó, notificándole que si de «diálogo» se trata, Él, el Caimacán Supremo, sólo dialoga consigo mismo. El señor Carrizález, desde la tribuna de la Asamblea Nacional, en tanto que vicepresidente de la República (provisional, como todos los que han detentado el cargo), declaró que el gobierno no reconoce a las «cúpulas» opositoras, con las cuales no tiene nada que conversar, puesto que su interlocutor es el «pueblo» y en la definición de los sectores del «pueblo» a los cuales se dirige, hizo el retrato hablado de las distintas organizaciones sociales sometidas a la coyunda del PSUV.
Rangel, como se sabe, había sugerido el domingo antepasado, desde su programa televisivo, que el gobierno debería «reconocer y asumir» el hecho de un país dividido en dos grandes bloques, enfrascados en una «conflictividad cotidiana, agotadora, enervante», y, dirigiéndose claramente a su antiguo jefe, le exigió fórmulas para atenuar las tensiones políticas, antes de que estas conduzcan a desenlaces violentos, en escenarios donde la política se practicaría por «otros medios». Vladimir Villegas, recogiendo las palabras de JVR, acuñó una frase dramática: o nos entendemos o nos matamos. Ya tuvo su respuesta. Algo así como «no se meta donde no lo han llamado».
Sin embargo, el retruque de Chacumbele pareciera evidenciar que no sólo Rangel era el blanco de su filípica de matón.
También sus palabras, por boca propia, y por la de Carrizález, estaban dirigidas a su ultraizquierda, para recordarle que si a «duros» vamos, nadie como él. Nadie es más arrecho que él y mucho menos los escribidores de Aporrea.com, intelectuales de pacotilla, que no entienden los designios de la Gran Mente.
La ultra se había permitido algunos sarcasmos irrespetuosos, a propósito de lo que entendió como una debilidad inaceptable: ordenar la detención de Valentín Santana (a estas alturas ya la ultra se habrá enterado de que todo fue un truco de Su Majestad), mientras por la calle andan sueltos «escuálidos» que deberían estar presos. Chacumbele le dejó claro quién es el toro que más muge. Nada de «pactos» con los «apátridas»; no hay «cacao» para los oligarcas, sentenció, como si alguien le estuviera proponiendo los primeros o pidiéndole lo segundo.
Sin embargo, la procesión va por dentro.
Hay gente en el oficialismo que ya siente agotado el modelo conflictivista y pide el retorno de la política, entendida ésta como controversia democrática.
Gente que no se autoengaña con piruetas aritméticas y que se preocupa por una correlación de fuerzas que ha saltado del 7-4 o 6-4 al 6-5 millones de votos.
No pareciera que Rangel es una voz solitaria, clamando en el desierto.