Montesinitos, por Teodoro Petkoff
Entre los peores desastres de este gobierno vaya que la competencia es seria– está política comunicacional. El mismo Comandante ha reconocido en más de una ocasión. Muestra son los constantes cambios en los puestos de mando del área. Pero sobre todo la manera en que Chávez ha pretendido establecer un reordenamiento de la comunicación social en el país a carajazo limpio, plomo para acá y plomo para allá: insultos, incitaciones a la violencia moral y física contra periodistas, cadenazos, inacabables e insoportables peroratas dominicales. Lo cual no parece muy sutil y, sobre todo, nada eficiente, a juzgar por el despelote comunicacional en que vivimos.
Y las experiencias de montar medios rivales han sido desastrosas. En el ámbito de la prensa nacional, desde el Correo del Presidente hasta Vea, no han ido ni a la esquina, seguramente por el aburrimiento consustancial a todo medio desvergonzadamente gobiernero, pero también por sus maneras arcaicas y provincianas en un país en que lo menos que se puede predicar de la “abominada” gran prensa son sus niveles de modernidad. No ha sido muy feliz tampoco la experiencia radioeléctrica, sobre todo el canal 8, el canal de todos los venezolanos convertido en una seccional de (mala) propaganda del MVR y con niveles de programación tristísimos, soporíferos.
Pero existe también otro regimiento que crece y se multiplica: la comunicación alternativa. Vieja bandera de comunicólogos progresistas, tendiente a democratizar la palabra colectiva. Pero que lejos de darle voz o imagen a las comunidades o lugar a la investigación que los grandes omiten han terminado por ser pasquines, radios, televisoras y hasta páginas web destinados a defender el proceso con el mayor desenfreno.
Bien alimentados por los dineros del Estado, directamente o por generosas pautas publicitarias, se encargan en la mayoría de los casos de las tareas menos edificantes, tales como, por ejemplo, tratar de homosexuales a los opositores o publicar –del sapeo hablamos estos días– las firmas de referendos para uso de sicarios laborales, que condenan al modesto empleado “oligarca y golpista” al desempleo sólo por expresar con una firma su opinión política. Es decir todos males que se atribuyen a los señores de los medios sectarismos, mentiras, intimidaciones y agresiones– pero llevados al paroxismo.
No dudamos que algún efecto tengan esos mensajes, la guerra sucia ha sido una constante en las batallas políticas, la prensa “chicha” de Fujimori y Montesinos cumplió sus letales funciones en un silenciado Perú. Pero la verdad es que es difícil que aquí, donde vivimos en el insulto generalizado, los discípulos de Chacón y de Rangel le hagan mella al cable, a CNN, a Gustavo o a Marcel, a los viejos y robustos diarios nacionales que siguen siendo reyes del rating, de la seducción mediática, de las ganancias gruesas. En esta difícil comarca tampoco funciona la civilización del conuco, así sea de malas hierbas.