Motores fundidos, por Teodoro Petkoff
¿En qué chivera de Antímano o de la carretera a El Junquito yacerán los despojos mortales de los nunca bien ponderados «Cinco Motores del Socialismo del Siglo XXI»? ¿Qué habrá sido de la suerte de esa chatarra ideológica que el Gran Chamán nos vendió cual turbinas de súper jet, para conducirnos a toda mecha hacia la milagrosa comarca de Nunca Jamás? Puede recordarse su arrogante jactancia, enumerando y explicando los «motores» ante una babeante Asamblea Nacional, donde una buena parte de los padres conscriptos celebraba con grandes carcajadas los chistes de Chacumbele, seguros de que iban a abrir, con sus incondicionales votos, las puertas del Paraíso. Todo se volvió vapores de la fantasía. El olvido ha cubierto con su gran manto las excentricidades «teóricas» de nuestro Henry Ford del socialismo.
El «bloque» del motor principal lo constituía la Reforma Constitucional. De ésta habría de desprenderse la creación de un nuevo marco jurídico e institucional dentro del cual adelantar y eventualmente consolidar los impulsos hacia el control neo-totalitario de la sociedad.
Ese motor fue apagado de un solo trancazo por la voluntad de la mayoría del país –la cual incluía una considerable porción de sus propios partidarios–, que se negó a convalidar ese cuchillo para su propia garganta. El segundo motor, la Ley Habilitante, fallece hoy, silenciosamente, de muerte natural, después de dieciocho meses de rodaje. Dado que con tal instrumento se pensaba desarrollar la nueva normativa constitucional, al no haber reforma, la Habilitante se tornó inútil.
La «Nueva Geometría del Poder» quedó sólo para aplicársela al PSUV, porque pereció incinerada por el voto No del referéndum del 2D. «Moral y Luces» no pasó de la tentativa de meter por los caminos verdes el tristemente célebre «currículo bolivariano». Apenas el Primer Mecánico percibió que ese motor comenzaba a pistonear, propuso su diferimiento para el próximo año. De la «explosión del poder comunal» el único ruido que se oye es el de la protesta popular que desde ese ámbito recorre el país.
Aunque financiados y dirigidos desde la presidencia y castrados, por tanto, como instrumentos de organización y poder local, los consejos comunales sirven, sin embargo, para el inesperado propósito (para el Gobierno) de dejar oír la voz de inconformidad de los sectores humildes, empujando el carro ahogado de la administración pública para ver si así prende.
Del partido «único» de la revolución se pretendía que funcionara como la palanca de velocidades de los Cinco Motores, hoy convertidos en chatarra. Pero la palanca se trancó cuando los engranajes pequeños del dispositivo se negaron a dejarse triturar por el mayor. No hay partido único, ni tampoco unido. El carro de la revolución, que tenía más motores que estómagos la vaca, está arrumbado en el hombrillo, mientras el Gran Chofer está parado a su lado pidiendo cola.