Mujeres y niños primero, por Teodoro Petkoff

Después de cuarenta días de paro se hace más evidente que nunca la necesidad de un acuerdo entre oposición y gobierno para dar una solución política a este terrible drama. Ya está más que claro: mientras oposición y gobierno se empeñan de manera porfiada en doblegarse mutuamente, el país se encamina hacia un desastre económico y social que hará verdaderamente sarcásticos los gritos de «victoria».
Cualquier resultado -si es que pudiere haberlo- que no surja de la concertación de las dos partes no sería sino correr la arruga de la crisis y abrir la puerta a su rápida reproducción ulterior. Para el gobierno tendría que estar claro que «vencer» (entendiendo por esto «derrotar» el paro, cualquier cosa que esto signifique), dentro del cuadro de la ruina económica que está a la vuelta de la esquina, no asegura de ninguna manera la estabilidad política ni la tranquilidad social. Para la oposición, «vencer», al margen de un acuerdo, dentro del mismo cuadro de catástrofe económica y social, tampoco asegura la gobernabilidad.
Desgraciadamente, lo que tenemos a la vista es la mutua escalación del conflicto. En lugar de darle un chance a la Mesa de Negociación, cada día ambos bandos anuncian nuevas medidas que van quitándole oxígeno a los negociadores y haciéndolos lucir, más y más, como patéticos músicos del Titanic. Todos los días crece la lista de despidos en Pdvsa y distintos voceros del gobierno amenazan con disposiciones represivas a los medios o a la banca o a quien sea. Por su lado, los dos Carlos salen cada noche con una idea más estrambótica que la anterior. Ahora proponen no pagar la luz y el agua, ayer fue la inefable «desobediencia tributaria», que no ha hecho otra cosa que provocar serios roces en la propia base social del paro. Proposiciones, de cada lado, para alimentar la batalla mediática; exacerbación del lenguaje y de la altisonancia, inviabilidad práctica de la mayor parte de los anuncios, pero el resultado concreto es que en lugar de abrir espacio a la búsqueda de acuerdos negociados, aquél se va cerrando implacablemente.
Expertos en teoría de la negociación sugieren que muchas veces para que las cosas mejoren tienen que empeorar primero. Quizás sea ésta la única esperanza que queda. Que las cosas se pongan tan malas como para que la cordura recupere la primacía y se pueda avanzar con rapidez hacia una salida, que permita a quienes están pagando los platos rotos decidir cómo y por quién desean ser gobernados.