Nada nuevo, por Teodoro Petkoff
Tanta paja que habló Chacumbele sobre las supuestas «medidas socialistas» que habría de tomar y en su paquetico nos salió con las mismas cosas de todos los gobiernos anteriores en circunstancias parecidas. ¿Qué de «socialista» hay en una reducción del gasto público? ¿Repetir que el gasto social no será afectado? Todos los gobiernos anteriores que se vieron obligados a recortar el gasto público era lo primero que decían –y lo cumplían, por cierto–, puesto que sólo un estúpido diría y haría lo contrario. ¿Qué otra cosa hay de «socialista», que no hayan hecho otros gobiernos, nada socialistas, por lo demás? ¿Eliminar el «gasto suntuario»? ¿Cuántas veces no oímos eso, siempre más efectista que real, por boca de casi todos los presidentes anteriores? El propio Chacumbele es la segunda vez que se refiere a lo mismo, quejándose, como en la primera ocasión, de los «sueldotes» de los altos jerarcas. ¿No nos acordamos de la ocasión en que propuso a éstos que se redujeran los sueldos «voluntariamente»? Nadie le paró bola, por supuesto, y más bien hubo una letanía colectiva justificando los sueldazos. Cuántas veces no nos han venido con el cuento de eliminar la compra de carros nuevos, los regalos costosos y otras zarandajas semejantes –que, de paso, son una concha de ajo al lado de lo que se gasta en armamento inútil y costoso y lo que se dona al Club de los Tíramealgo, donde la reducción sí tendría sentido real. Sin embargo, ojalá esta vez fuera verdad que se van a eliminar esos irritantes privilegios de los oligarcas «socialistas», no por lo que ahorrarían al fisco, sino por el ejemplo moral que significaría la medida. Sin embargo, ver para creer. Pero, en fin, nada nuevo bajo el sol.
¿Qué hay de «socialista» en subir el IVA? Un carajo. Aunque es un impuesto necesario y fácil de recaudar y el que más plata le produce al fisco, no nos venga Chacumbele con que se trata de una disposición socialista.
Todo lo contrario. Es un impuesto insoslayable en las economías modernas, pero no puede ocultarse su carácter regresivo, que obliga a pagar a todo el mundo la misma tasa, pegándole más duro a los pobres que a los ricos. Chávez, borracho de petrodólares, lo bajó a 9%; ahora, enratonado, vuelve a subirlo. Pero no nos envuelva el amargo caramelo en el edulcorante del «socialismo», porque no hay que confundir la gimnasia con la magnesia.
¿Qué tiene que ver el socialismo con el incremento del endeudamiento? A partir de 1974 este país lo que ha hecho es endeudarse. ¿Y el incremento del salario mínimo por debajo de la inflación realmente esperada, que no es ese fantasioso 15% establecido en el presupuesto? A la hora de la verdad, Chacumbele nos salió con las mismas formulitas de todos los tiempos, porque la verdad es que no hay mucho que inventar.
Pero el tercio cree o quiere hacernos creer que está descubriendo el agua tibia, cuando en verdad está volviendo a ser el mismo «neoliberal» –según su lenguaje ignorante– que fue durante el lejano primer año de la «década de plata», que, en efecto, sí fue de plata, pero en dólares, despilfarrada y malbaratada.