Neoliberalismo del siglo XXI, por Teodoro Petkoff
El mundo laboral está en ebullición. Más exactamente, el mundo laboral cuyo patrono es el Estado –que en nuestro caso venezolano es lo mismo que decir el gobierno– es el que semeja a un cuero seco. El gobierno-patrono pisa por un lado y se le levanta por el otro. Empleados públicos, médicos públicos, educadores públicos, petroleros, obreros de las empresas básicas de Guayana y, para colmo, buhoneros de Caracas –todos tienen un motivo de reclamo, de queja y de querella con su patrono. Todos, incluso los buhoneros de El Cementerio, enarbolan un casi único motivo de enojo: el incumplimiento de sus obligaciones por parte del gobierno-patrono.
Incumplimiento que va desde la demora de cinco años para la discusión de contratos colectivos vencidos –caso empleados públicos– hasta el «guaraleo» con los que están en discusión, retrasándolos por motivos fútiles, pasando por la negativa sin explicaciones para iniciar la discusión del nuevo contrato, como ocurre con los trabajadores petroleros. Esto, sin contar con el atropello de que han sido víctimas los trabajadores del Metro de Caracas, a los cuales se ha obligado, amenazas de por medio, a echar atrás el contrato ya firmado, con sensibles reducciones de las reivindicaciones alcanzadas. Por otro lado, la «solución» que encontró la Alcaldía de Libertador para la reubicación de los tres mil buhoneros de El Cementerio fue a perdigonazo limpio, aliñado con «gas del bueno».
¿Qué está ocurriendo? Que el gobierno está aplicando la parte oculta, la que Chacumbele no reveló, de su paquetico anticrisis. Ahora que la plata escasea, pretende trasladar a los trabajadores las consecuencias de su imprevisión, del despilfarro y de la demagógica inconsciencia con la cual firmó contratos que ahora considera «impagables».
Lo que ocurre, sin embargo, es que los trabajadores no ven las cosas con los mismos ojos con los que las mira el gobierno.
Se niegan a aceptar que un gobierno-patrono que tiene en terapia intensiva a las empresas de Guayana quiera hacerles pagar a ellos los platos que rompió con su incapacidad y corrupción. Los petroleros no pueden entender cómo es que ahora les vienen a decir que Pdvsa no sólo no tiene plata para pagarles a sus contratistas sino que tampoco la tiene para atender la nueva contratación colectiva. ¿Dónde están los reales?, se preguntan, no sin razón. Los trabajadores del sector público están descubriendo que este gobiernopatrono «socialista» parece neoliberal de uña en el rabo. No le gustan los sindicatos; los acepta a regañadientes, pero siempre que puede los ignora; no le gustan los contratos colectivos, prefiere los decretos ejecutivos antes que sentarse con los sindicalistas a discutir cláusulas contractuales.
Cualquiera diría que Chacumbele cogió consejos de George W. Bush para diseñar su política laboral.