Ni que pongan a los ángeles celestiales frenan el contrabando, por Xabier Coscojuela
La decisión de cerrar la frontera con Colombia ha generado mucho ruido en la relación bilateral. El monto del dinero que se mueve en ese negocio hace que no haya hombre nuevo que pueda resistir a sus tentaciones. Nicolás Maduro se cuidó, en reciente rueda de prensa, de asomar que los militares tengan algo que ver con lo que allí ocurre
Autor: Xabier Coscojuela
Al principio del «proceso», un embajador del imperio acreditado en Caracas llegó a afirmar que al chavismo había que juzgarlo por sus hechos y no por sus dichos. Creemos que siempre tuvo razón.
Lo ocurrido en la frontera de Táchira con Colombia, desde el pasado miércoles 19 de agosto, ha puesto en evidencia ante el mundo que toda la palabrería roja rojita de amor por los pobres y de solidaridad con los pueblos era pura paja.
Los militares recibieron la orden de actuar y lo hicieron de la peor manera posible. Las denuncias de los afectados están allí, no hay nada que agregar. Son evidentes.
Lo que ocurre en la frontera ha sido denunciado desde hace mucho tiempo por diferentes medios de comunicación, dirigentes opositores, personeros de la iglesia, del empresariado y una larga cantidad de personas y entes. La respuesta oficial siempre fue la misma: ignorar todo lo que se denunciaba.
Escuchamos en estos días unas declaraciones de la ministra de Relaciones Exteriores donde le reclamaba al gobierno colombiano por el contrabando que salía de aquí para allá.
Ni una palabra sobre la inoperancia o ¿complicidad? de las autoridades verde olivo venezolanas con ese contrabando. Nos vino a la memoria una declaración de Rafael Ramírez, cuando todavía era el jefe petrolero del gobierno, según la cual todos los días se llevaban para el vecino país 100 mil barriles de gasolina. Este martes, Nicolás Maduro afirmó que el cierre de fronteras había parado el transporte de 1 millón de litros de ese combustible. Tanta cantidad de líquido no se puede llevar solo en pimpinas.
También la memoria nos trajo unas declaraciones del capitán más importante del país, según las cuales el contrabando de alimentos permitía abastecer a cerca de 10 millones de colombianos. ¿Cómo pasa un mercado de ese tamaño sin complicidad de quienes custodian la frontera? Una periodista extranjera emplazó al Presidente sobre la responsabilidad de los uniformados, pero su respuesta fue que la corrupción puede tocar a concejales, alcaldes, funcionarios. A los militares ni con un pétalo.
La pregunta que se deben hacer en el alto gobierno es cómo evitar ese trasiego de «extracción». Si creen que la medicina es más represión les aseguramos que están equivocados. Contra semejante beneficio económico que representa el contrabando no hay hombre nuevo que valga. Ni que pongan a custodiar la frontera a los ángeles celestiales podrían evitar el contrabando. La única manera de que cese es que el negocio no sea rentable. Eso se puede lograr pero significaría emparejar los precios endógenos con los de la hermana república.
Sería el fin del cuento madurista de protección a los pobres. Sería otra constatación de su fracaso.
Deja un comentario