Niños con pistolas, por Simón Boccanegra
Imágenes impactantes de unos escolares, portando armas de guerra, sentaditos y tranquilos, en un derroche más de ternura e ingenuidad que de combate, circulan por diarios europeos y latinoamericanos.
Se trata de una celebración cualquiera, organizada en el 23 de Enero por el colectivo La Piedrita, en presencia de un oficial de la Guardia Nacional y un diputado de la Asamblea Nacional.
Uno podría dudar de la veracidad de las fotos, a no ser porque las mismas han sido publicadas en su cuenta de Facebook por el citado grupo paramilitar oficialista, donde también aparecen unas madres, uzzi en mano, orgullosas de haber expuesto a sus críos a ese episodio de vergüenza nacional.
Por fortuna, tanto el ministro El Aissami como la Fiscalía se han pronunciado en su contra, y hasta el despacho de Luisa Ortega Díaz se comprometió a abrir una averiguación penal, dado que al acto asistió Valentín Santana, jefe de La Piedrita, y sobre quien recae orden de captura desde noviembre de 2008, cuando el Presidente ordenó su arresto por haber amenazado de muerte en forma pública al empresario Marcel Granier.
Este minicronista, que no se las sabe todas pero ha visto mucha agua correr bajo los puentes, sospecha que ni la Fiscal ni el Ministro del Interior ni el Cicpc harán algo al respecto y van a jugar al olvido, por aquello de que un nuevo escándalo sepultará el incidente; y La Piedrita seguirá exhibiendo sus uzzi y sus kalashnikov para tormento de los agobiados parroquianos del 23.
Pero lo preocupante no es eso, sino los efectos que la retórica guerrerista de Chávez ha permeado en activistas del oficialismo, algunos de ellos en verdad descocados ideológicamente hablando que toman en serio las advertencias de la invasión o de los planes de la Casa Blanca para acabar con la revolución, y creen a pie juntillas los aguajes de Chacumbele cuando grita ese «aquí los vamos a esperar», que descarga cuando siente que baja el barómetro de la credibilidad en sus propias filas.
Tranquilos. Los niños armados de La Piedrita expuestos en la foto (¿qué pasó señores de la Lopna?) no van a salir a la calle a defender la revolución, y es posible que en la medida en que crezcan sentirán vergüenza por esa triste situación en la que sus madres los metieron.
Tampoco se convertirán en antichavistas u opositores. Serán ciudadanos, bajo un nuevo gobierno que al fin recuperó la cordura para bien de todos los que vivimos en esta tierra de gracia.
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