No basta con entrar, por Teodoro Petkoff
Mañana viernes culmina la larga marcha de Venezuela hacia Mercosur, cuando asumiremos la categoría de miembro pleno. Si algún tema ha sido visto desde el poder público como de interés nacional es este.
Las primeras gestiones para el ingreso en ese bloque las comenzó Caldera, en su segunda presidencia, y luego Chávez, aunque demoró seis años en darse por enterado, finalmente también hace seis años reinició el proceso, que ahora llega a su término.
Desde luego, los enfoques de ambos gobiernos han sido diametralmente opuestos. Mientras el primero se afincó en lo obviamente económico de la organización, Chávez ha tratado inútilmente, por cierto, de que se privilegie lo político. Si ya lo puramente económico y comercial es difícil de concertar, imagínese lo que sería hacer confluir las ópticas políticas de países tan diversos.
De hecho, Mercosur existe y vive, pero va de una crisis a otra. Entramos, pues, a un mecanismo integrador que vive una crisis. Los miembros más pequeños se quejan de la conducta de los grandes y entre estos existen también nada ocultas divergencias.
Por lo que a nuestro país toca, tenemos un año para ajustarlo a los requerimientos que plantea la pertenencia a Mercosur y para algo decisivo: replantear las relaciones entre el gobierno y el sector económico privado, que como se sabe, han estado caracterizadas por el cerco y el acoso del gobierno y por los letales efectos de la política chavo-giordaniana sobre nuestra economía productiva.
Mercosur es un acuerdo entre gobiernos pero sus actores principales son los empresariados de cada uno de los miembros. Para el gobierno tendría que ser obvio que debe poner fin a políticas que han comportado, entre otros daños, la quiebra y desaparición de la mitad del sector manufacturero, que, en principio, es un actor sin el cual el proceso de integración subregional no tendría sentido para nuestro país.
Pero, en todo caso, ya estamos adentro y tanto para el gobierno como para el sector privado emergen importantes retos. El gobierno tiene por delante, entre otras cosas, por ejemplo, la virtual remodelación de nuestra infraestructura aeroportuaria. Además, Venezuela ha sido transformada en un importador en vasta escala. Los otros socios del bloque nos consideran, precisamente, como un gran mercado para sus exportaciones y miran golosamente la necesaria reducción de nuestros aranceles al 10%, que es el tributo arancelario común para todos los miembros, por debajo de nuestro 12%.
Contrarrestar la tendencia hiperimportadora y desarrollar tanto la producción como la capacidad productiva, requiere de una gran rectificación del gobierno, para estimular, esencialmente, al sector manufacturero, que ha sido diezmado por las políticas oficiales. Tenemos un año por delante, sobre todo para discutir el esencial tema arancelario, que requiere un tratamiento producto por producto. El gobierno tiene que decidir si le importa el sector económico privado, porque si la respuesta es afirmativa se hace evidente que debe hacer un viraje de 180 grados en sus relaciones con aquel. Veremos.
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