No hay manera…, por Pascual Curcio Morrone
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Paseo Los Próceres, espectacular bulevar destinado al uso recreativo –festivo– ecológico de los metropolitanos residentes y visitantes de la capital de la República cuyo diseño contempla una gran “área verde” como marco embellecedor, una arboleda refrescante localizada al sur-oeste de la ciudad caracterizada por la presencia de árboles entremezclados con gramíneas y flores; diseñado y dirigida su construcción como homenaje a nuestros Libertadores por el arquitecto caraqueño Luis Malaussena a finales de la década de los años 50, concluyendo su recorrido de unos 3,8 kilómetros de extensión en la más importante fortificación militar del país, Fuerte Tiuna.
Un micro ecosistema protegido por la Ordenanza de Valorización y Retribución por Servicios Ambientales publicada en Gaceta Municipal 3267 – D de fecha 13/mayo 2010, realizada para complementar la Ordenanza Municipal Sobre Áreas Verdes de fecha 1/julio 1996, la cual dedica su capítulo II a la Conservación y Defensa de las Áreas Verdes Públicas en la ciudad capital de Venezuela; legislación municipal protectora del ambiente en concordancia con el artículo 3, numeral 3ro de la Ley Orgánica del Ambiente referida a la necesidad de mantener los espacios para la vida vegetal y ratificada por la Constitución Nacional en sus artículos 127, 128 y 129 porque nuestra Carta Magna considera a los árboles como seres vivos que poseen su propio metabolismo y sufren los maltratos al igual que cualquier criatura.
Pero, ¿qué constituye un “área verde” en la vida cotidiana de una ciudad? Estimo necesario tocar este punto conceptual al observar como la frondosa vegetación arbórea del Paseo los Próceres ha sido totalmente envuelta con luces artificiales y otros hierros, colocadas en ramas y troncos muchos de ellos agonizantes por el maltrato al no recibir tratamiento fitosanitario, ni siquiera un elemental riego diario, existiendo incluso restos cadavéricos esparcidos; luces que despilfarran gran cantidad de energía eléctrica al permanecer encendidas 24 horas al día, un evidente anti ambientalismo para garantizar con tal exagerada iluminación diurna y nocturna a lo largo del bulevar un espectáculo llamativo con motivo de las próximas navidades.
Tal acción contraviene acuerdos internacionales en materia de contaminación lumínica, considerada internacionalmente como un subtipo de contaminación del aire; realidad que debe ser debatida en nuestro país, ya que a pesar de ser considerado un “crimen ecológico” por numerosos ambientalistas del planeta, no constituiría aparentemente un delito en Venezuela al no estar contemplado directamente como tal en la legislación ambiental nacional, pero cabría la posibilidad de constituir un delito ambiental porque el artículo 129 de la Constitución Nacional es taxativo al exigir estudios de impacto ambiental para poder realizar todas aquellas actividades susceptibles de degradar los ecosistemas forestales; de hecho, la contaminación lumínica fue el tema central por el cual surgió el “Día Mundial de las Aves Migratorias”, asignado el 14/ mayo 2022 para ser celebrado el segundo sábado de cada mes de mayo bajo la consigna: “atenuar las luces para las aves en la noche”, respuesta para todos aquellos caraqueños que nos preguntamos ahora el porqué han desaparecido de repente las guacamayas y otras aves que anidaban en el micro ecosistema forestal Paseo Los Próceres.
Adicionalmente, violenta la acción anti ecológica descrita el primer punto del acuerdo de los países participantes –incluida Venezuela– en la convención ambiental COP27 celebrada en noviembre del año pasado, la cual estableció lo siguiente, cito: “Mantener, mejorar y restaurar los ecosistemas, lo que implica detener la extinción de especies y mantener la diversidad genética”. En tal sentido, Paseo los Próceres con sus varios kilómetros de extensión constituye un ecosistema al ser un micro bosque capaz de sostener vida, ahora ahuyentada por el exceso de luminarias; además, es un sitio ideal para impartir enseñanza a toda la población sobre el cuido de los ecosistemas forestales, tal cual como lo ordena el artículo 107 de la Constitución Nacional referida a la obligatoriedad de la educación ambiental en el país a todos los niveles y modalidades del sistema educativo. En vez del maltrato a los árboles que ahora observamos groseramente en él, deberían existir estables cooperativas sociales para su conservación y mantenimiento diario, sembrar flores naturales para obtener una decoración auténticamente navideña.
A la pregunta ¿quién dio la orden para violentar el Derecho Ambiental tanto nacional como internacional con tan exagerado despliegue de luces en Paseo Los Próceres?, la respuesta de los obreros fue inmediata: “la Presidencia de la República”- ver “Antiambientalismo como política de los Estados”.
No hay manera que desde el Ejecutivo Nacional se respete la legislación ambiental nacional –ver “Letra muerta”–, al igual que los acuerdos internacionales en tal sentido y la opinión pública es ignorada; adicionalmente, preocupa el visible conformismo de parte de nuestra sociedad que lo tolera, ignorando que tanto las intensas lluvias que hoy sufrimos con caída de enfermos arboles jamás atendidos fitosanitariamente, así como también el insoportable calor diario posee como causa directa el maltrato a los ecosistemas forestales y una deforestación insensata que desde la propia cúspide del Poder Publico Nacional se ordena. Es inútil esconderse detrás de un discurso ecologista para proyectar convicciones tanto a lo interno como al extranjero que no sentimos de corazón y no se ejecutan en la práctica, la naturaleza siempre mostrará la verdad.
Pascual Curcio Morrone es geógrafo (UCV-1983). Especialista en Análisis de Datos. Especialista en Fotogrametría, IPO, adscrito a la Universidad de Stuttgart, Alemania.
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