No más ventajismo, por Teodoro Petkoff

En su informe ante la asamblea de la OEA, César Gaviria, aunque ratificó el criterio de que no hubo fraude, se refirió a los rasgos cualitativos del proceso electoral referendario, señalando, entre otros aspectos cuestionables, el ventajismo gubernamental que lo caracterizó. Este asunto, al cual nos referimos varias veces durante la campaña electoral (remember la foto de la valla del Seniat), merece una atención especial vis a vis las elecciones regionales. Presa del triunfalismo que hacía ignorar a la mayoría de la CD –y también a la masa opositora– la posibilidad de perder el RR, se subestimó ese ventajismo porque se juraba que la avalancha de votos por el Sí anularía su efecto. “Las pancartas no votan”.
El ventajismo, a través del uso de los dineros públicos, de la participación de las instituciones del Estado en la campaña, de la utilización de los recursos logísticos y vehiculares –tanto terrestres como aéreos– del Estado, de la intimidación y el chantaje a los empleados públicos y a otros ciudadanos que tienen relación con el Estado, y por último, pero no lo menos importante, de la parcialización del CNE –sobre todo por la obsecuencia de su presidente hacia el gobierno–, ilustran sobre la pésima calidad del proceso electoral.
Ahora están planteadas nuevas elecciones. Tiene que haber alguna instancia donde entre oposición y gobierno puedan ser discutidas las reglas de juego de la campaña regional y donde se pueda debatir y resolver la necesidad de reequilibrar el CNE, tanto en su nivel dirigente como en su infraestructura técnica. En su nivel dirigente está aceptada la tácita distribución de dos y dos para cada lado, suponiéndose, cuando fue designado el CNE por el TSJ, que el presidente sería un factor de equilibrio. No ha sido así. Carrasquero se cuadró con el lado oficialista del CNE y eso aseguró una mayoría automática para ese sector. Se presenta ahora la necesidad y la oportunidad de designar un nuevo presidente para el organismo, del cual quepa esperar la rectitud y la ecuanimidad –independientemente de hacia dónde se incline su corazoncito– que Carrasquero no garantizó.
A la desconfianza hacia el CNE, sobre todo en relación con el quinto rector, se añade la grave erosión de la credibilidad del sistema automatizado. Este, que se supone orientado a superar la desconfianza en el sistema manual, ahora está cuestionado por una parte considerable del país. Desgraciadamente, la matriz de opinión creada en relación con esto es muy difícil de revertir, pero uno de los modos de hacerlo es garantizando auditorías pre y post electorales confiables, con presencia de expertos de las partes. Volver al sistema manual luce poco realista, porque si nos atenemos al informe de la Cantv y a las opiniones técnicas de la OEA y el Centro Carter, el sistema automatizado merece suficiente confianza como para que, auditorías seriamente organizadas de por medio, los resultados electorales puedan ser acatados.
Un sistema electoral confiable no es sólo asunto de la oposición. También del gobierno. El informe de Gaviria a la OEA dejó tan en claro la desmesura de los abusos ventajistas cometidos por el gobierno que es del máximo interés nacional impedir para el próximo proceso una actuación similar. También el Centro Carter había hecho, sobre este particular, observaciones absolutamente pertinentes en su informe final. A esto hay que pararle.