No se hagan los suecos, por Teodoro Petkoff
Al gobierno de Chávez ya se le comienzan a ver las costuras de sus andanzas por los bajos fondos de la política mundial. Antes parecían ser sólo rumores, pero ya hay evidencias incontrovertibles de un comportamiento que como venezolanos estamos obligados a condenar y rechazar rotundamente. Ayer, el gobierno de Colombia dio cuenta de la incautación a las FARC de armas semipesadas, adquiridas por el gobierno venezolano de una empresa sueca y que, vaya a saberse cómo, aparecieron en las selvas del país vecino.
Pero no sólo los colombianos piden explicaciones acerca de cómo pudo haberse producido ese trasvase de armas, sino que la propia empresa fabricante, Saab, ha solicitado del gobierno venezolano el esclarecimiento del asunto, porque las normas internacionales comprometen a los gobiernos compradores de armas a no permitir que lleguen a manos de terceros, sean éstos gobiernos o grupos irregulares. En otras ocasiones han aparecido armas livianas (FAL o pistolas) de los arsenales venezolanos en manos de las FARC, pero habría sido muy aventurado señalar como responsable de ello al gobierno y, de hecho, tales cosas ocurrían también en tiempos anteriores a 1999. Pero ahora estamos ante armas muy sofisticadas, lanzacohetes de largo alcance, que no cualquiera puede sustraer de los depósitos de la FAN. No sólo Colombia y Suecia merecen una explicación, Venezuela también.
Si a esto unimos la desorbitada injerencia del gobierno en la crisis hondureña, que ha ido mucho más allá de la solidaridad con el presidente derrocado, sobrepasando todos los límites de los usos y costumbres diplomáticas hasta el extremo de mantener la insólita presencia del canciller venezolano como chofer o copiloto de Zelaya, en sus intentonas de entrar a Honduras nos encontramos ante un cuadro que permite calificar la política internacional de nuestro gobierno como aventurera e irresponsable, valga la redundancia.
Una cosa es la condena del golpe y la participación en iniciativas multilaterales para restablecer al tumbaíto en su cargo, y otra muy distinta transformarse en protagonista relevante de la crisis, descalificando, de paso, los esfuerzos diplomáticos que se hacen para fabricar una salida viable a ella.
A esto debemos añadir la extraña medida de clausura del sur del estado Amazonas, Orinoco arriba, por parte de la Guardia Nacional, que prohíbe el tránsito (fluvial) de «personas no autorizadas» por aquellas lejanías. Desde hace algún tiempo se habla de la presencia de iraníes en esa zona y hasta rueda el rumor de que estarían buscando uranio. Esto puede no pasar de ser una leyenda urbana, pero lo que sí hemos podido conocer –por una fuente confiable, como la que nos reveló la presencia de cubanos en altas instancias de la Onidex, organismo de seguridad del Estado– es lo de la prohibición de navegación por la región, así como la inconfundible presencia de ciudadanos iraníes. ¿Qué está pasando en esta parte del país? ¿Qué manejos son estos? ¿A qué nos está exponiendo el gobierno nacional con lo que luce como una política descocada?