No son momentos de la “autoayuda en la política”, por Beltrán Vallejo
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El país político tiene rato anegado de discursos, alocuciones y eventos con un predominio de mensajes a lo Pablo Coelho y de toda su saga y herencia de librerías y de redes sociales. Especialmente, en el lado del mundo opositor a Maduro, eso se desata en su liderazgo y en sus medios de comunicación cuando el madurismo establece dilemas políticos álgidos, como el de ahora con un CNE de la dictadura que convoca a elecciones presidenciales para el 28 de julio e impone que dentro de poquísimas semanas se deben hacer las postulaciones de candidatos.
Por cierto, se destaca el hecho de que esa fecha coincide con el natalicio del “Comandante Eterno”, y yo en verdad a esa patraña de simbolismo le niego toda importancia como tal porque “muerto, muerto está”, y porque lo único que sí está vivito y coleando es la realidad de un país que quiere terminar con el régimen de Nicolás Maduro porque es impensable para las mayorías nacionales seis años más de ese tipo en Miraflores con su banda.
Lo que sí me hace recordar ese 28 es a aquel filósofo folclórico de la política venezolana, el tal Eduardo Semtei en su rol de rector chavista del CNE, quien como figura alegórica de la megatorta de elecciones en el año 2.000 produjo aquella famosa frase del “28, el 28…”
Es decir, ese número más bien es sinónimo de fiasco y de fracaso para los que detentan el poder.
Sobre el tema de este escrito, ratifico que el dilema planteado por el CNE de la dictadura se debe analizar y se deben establecer los mensajes pertinentes sin la miopía o el ditirambo que sale de los libros de autoayuda con todo ese conjunto de frases hechas a lo Kristin Neff, en su obra Sé amable Contigo Mismo, o que provengan de Russ Harris en su obra denominada Cuestión de Confianza.
La realidad actual no es de “fácil lectura” como lo es la característica preponderante de esos libros, y tampoco la realidad de hoy puede ser abordada por los discursos altisonantes de un voluntarismo melódico para los oídos de multitudes. Sin embargo, desde el anuncio de aquel CNE, el liderazgo político opositor le ha dado paso al predominio del coach emocional. En esta hora lo que impera es lo que emerge de ese “tiempo líquido”, como diría Zygmunt Baumann, ya que no hay una visión o un enfoque sólido, consistente, y que sea expresión de un gran acuerdo nacional de resistencia contra la dictadura, por decirlo así. “Realismo político”, esta es la expresión que debe imperar, pero que a algunos les genera urticaria.
El país no está para tratamientos de terapia emocional; el país está para escuchar una visión esclarecedora ante este nuevo esfuerzo de la dictadura de convertir el requerimiento constitucional de hacer elecciones este año en una machangada electoral que satisfaga el anhelo continuista de Nicolás Maduro y de su séquito.
Falta ese liderazgo como el de Ricardo Lagos y su discurso televisado en un programa de entrevistas que fue la antesala del Plebiscito que en el año 1.988 le puso fin a la dictadura de Pinochet que ya llevaba 15 años. Cabe recordar que tanto como un reto sereno al tirano, lo de Lagos fue más bien un llamado al país a que se portara a la altura de las circunstancias históricas y que aprovechara esa pequeña rendija de participación ciudadana que aflojaba el dictador para así reconstruir la democracia.
Recordemos una de las expresiones de Lagos: “Y ahora le promete al país otros ocho años con tortura, con asesinato, con violación de derechos humanos… Me parece inadmisible que un chileno tenga tanta ambición de poder para pretender estar 25 años en el poder. Chileno alguno nunca ha estado así”. Y concluyó de esta manera: “El país sepa que tiene una encrucijada y una posibilidad de salir de esa encrucijada civilizadamente, a través del triunfo del No”.
Este razonamiento que expuso Lagos de manera magistral y que levantó a toda una nación fue la expresión de una estrategia y de un plan político establecido dentro de un gran acuerdo nacional que abarcó a todos los sectores políticos de Chile, desde el campo de la izquierda hasta la derecha moderada, y a un abanico de sectores sociales que abarcó desde trabajadores y sindicatos, hasta gremios y empresarios, todos ellos unificados en aras del retorno de la democracia y aislando así a Pinochet y a su camarilla militar, al punto que figuras de esa cúpula castrense “invitaron” al dictador a aceptar los resultados de ese plebiscito que lo desfavorecían, poniendo fin a su régimen y llamando posteriormente a elecciones.
Por cierto, en esas elecciones que regresaron la democracia a Chile, Ricardo Lagos no fue el candidato presidencial, sino un democristiano, pero él asumiría la presidencia posteriormente y con más estabilidad institucional.