Nueva cúpula podrida, por Teodoro Petkoff
Ojalá que no haya que cambiar este editorial debido a nuevas incidencias internacionales, pero es imposible no ocuparse de ese pintoresco cruce de morrocoy con ornitorrinco que es el PSUV. El partido proclamado por Chávez como el más democrático de la historia desde los tiempos de Pericles resultó en algo jamás visto dentro de nuestro país en materia de dedocracia. Al grito de «lo que diga Chávez», los compañeritos de la base autorizaron al Gran Jefe no sólo para que escogiera él solo, solito, a los 69 candidatos de los cuales habría de sacar, también él solosolito, los 21 ó 15 o vaya uno a saber cuántos, que compondrán la dirección para el día a día, es decir, los 15 o 21 gaznápiros que recibirán diariamente las órdenes que tenga a bien dictarles Yo-El-Supremo –si es que su deber no es el de adivinar lo que desde Miraflores bajará, para anticiparse a los deseos de Su Eminencia.
Total, tanto nadar para morir ahogado en la orilla. El monte parió un ratón. El «nuevo» partido, llamado, según Ego Chávez en uno de sus delirios, «a unir a toda la izquierda latinoamericana», nos ha resultado una copia desleída de los viejos partidos venezolanos. De «cúpulas podridas» hablaba Ego a cada rato. Pues acaba de fundar una nueva «cúpula podrida»; no sólo podrida sino ya fétida. El modelo de partido es el clásicamente leniniano: vertical hasta la nausea: todo es de arriba hacia abajo; con el poder concentrado en la «cúpula podrida», que en este caso tiene la singularidad de ser estricta y absolutamente unipersonal. Ese grupo de 15 ó 21 comparsas jamás en su vida discutirán tema alguno, jamás tomarán una decisión autónoma, jamás escenificarán un debate que el Alto Capo no quiera y jamás de los jamases osarán contradecir el más mínimo de sus caprichos ni el más mínimo de sus deseos.
El PSUV ya no tendrá problemas para expulsar a nadie de sus filas. Hasta ahora, a pesar de que el partido no existía como tal, tenía un «tribunal disciplinario», dedocráticamente designado por YoEl-Supremo, que se echó al pico a Francisco Ameliach, posteriormente perdonado, pero no por el partido sino por el Súper Jefe, y a Luis Tascón, éste sí, execrado aparentemente para siempre. En otras palabras, «el partido más democrático de la historia galáctica» ha consagrado el delito de opinión en su seno. Delito tipificado como «todo acto u opinión que contradiga o simplemente tenga un matiz de diferencia con lo que le salga del forro al Líder Máximo». No hay, pues, derecho a debate. Ya lo dijo «la base»: «lo que Chávez quiera».