Nueva dinámica social en Venezuela, por Lidis Méndez
La participación política en Venezuela durante el siglo XXI ha sido una montaña rusa de eventos y acontecimientos. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 hasta los tiempos más recientes, la política en Venezuela ha estado marcada por la polarización, la inestabilidad, la corrupción, una profunda crisis económica y la violación sistemática de los derechos humanos y políticos.
En política, todos los actores tienen intereses en juego, incluso quien tiene la voluntad para ir a votar, más allá de ejercer un derecho político, en el menor de los casos, desea cambios significativos en su modo de vida y un mejor país. En el caso de los lideres y actores políticos influyentes, además de los intereses, tienen inversiones personales (tangibles e intangibles), además de la responsabilidad real y consecuencias significativas por sus acciones en la esfera pública.
En las dos ultimas décadas, Venezuela ha experimentado una creciente centralización del poder, la erosión de las instituciones democráticas y una economía en ruinas, que nos arrastra hacia una dependencia inverosímil del entorno político internacional. Evidentemente, la corrupción y el aumento de la criminalidad, giran en torno al monopolio de nuestras riquezas naturales, hecho que como es de esperar, trajo serias consecuencias geopolíticas.
Esta crisis inició cuando Chávez comenzó a tomar decisiones unilaterales sin enfrentar consecuencias significativas; sin embargo, su homologo Maduro, si tiene que enfrentar a diario estas consecuencias devastadoras, siendo la mas directa, el rechazo mayoritario de la población venezolana hacia el modelo de gobierno y sus representantes.
Durante más de dos décadas, la sociedad venezolana ha sido testigo de innumerables injusticias emitidas como políticas o decretos de Estado en detrimento de las mejoras de vida de la población, mientras la gran mayoría de los líderes, no consecuencias reales por sus malas acciones y decisiones. En el caso de Venezuela, la falta de rendición de cuentas y la asimetría de poder han permitido que los líderes políticos tomen decisiones sin tener nada que perder personalmente.
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La crisis humanitaria y migratoria en Venezuela es un ejemplo vívido de las malas políticas de Estado, mientras el pueblo venezolano sufre, los líderes políticos han evitado las consecuencias de sus malas prácticas y decisiones. La corrupción y la impunidad son endémicas, y los responsables rara vez enfrentan juicio o consecuencias legales significativas.
Sin embargo, los venezolanos hemos aprendido a ser resilientes y a pesar del desmadre político, aún consideramos que nuestra participación política a través del voto, puede marcar una diferencia, y pese a muchos pronósticos en contra, el 22 de octubre la ciudadanía volvió a poner la piel en el juego, generando una nueva dinámica social.
Despues de muchos años de desmovilización, emerge una nueva ciudadanía, capaz de diseñar y cumplir reglas de juego tanto formales como informales e interactuar eficazmente como testigos y árbitros de un proceso que cumplió con los establecido en el marco constitucional. Para cambiar la dinámica política en Venezuela, es necesario que nos involucremos activamente en los procesos de organización, selección, monitoreo y rendición de cuentas de las actividades colectivas; es un proceso que no se debe dejar en manos exclusivas de las instituciones, es necesario cooperar y vigilar.
Un ciudadano es aquel capaz de exigir responsabilidad a los líderes políticos, no aquel que los sigue ciegamente.
Los venezolanos debemos presionar por la restauración de las instituciones democráticas y el fortalecimiento del estado de derecho. Además, es fundamental que nos involucremos en la toma de decisiones políticas y económicas, de manera que los líderes sepan que sus acciones tienen consecuencias reales para el pueblo y en su defecto, deben responder por ellas.
Lidis Méndez es politóloga. Secretaria de Organización en Unidad Visión Venezuela.
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