Orden en la pea, por Teodoro Petkoff

La creación de la Coordinadora Democrática marcó un momento de cambio de calidad positivo en el curso del robustecimiento de la oposición. En la medida en que esta fue pasando de los escuálidos chorritos de gente del comienzo al caudaloso Orinoco que ahora es, también los partidos políticos fueron recuperando visibilidad y una cierta capacidad de acción.
Pronto estos y las organizaciones de la sociedad civil de talante opositor comprendieron que era necesario articular su actividad y definir políticas más o menos coherentes. Así nació la CD, como instancia de coordinación y conducción del ya vasto movimiento opositor.
Cumplió esa función durante los meses que van desde su creación hasta el lanzamiento del paro. Fue un periodo de vigorización de la estrategia democrática, que culminó con la instalación de la Mesa de Negociación y Acuerdos, fruto esta, en decisiva medida, de aquella estrategia.
El país percibía un centro de dirección relativamente cohesionado y con sentido de propósito. Se sabía de sus contradicciones internas –naturales, por lo demás– pero también se sabía de su procesamiento democrático.
No es esa la situación hoy o, al menos, no es lo que se distingue. A la relativa armonía de aquellos tiempos ha sucedido una cacofonía que desconcierta y confunde. De hecho, entre la Comisión Negociadora, el Comité de Conflicto que dirige el paro y la propia CD existe poca coordinación.
Para colmo, funcionan centros de dirección paralelos, con políticas propias y la “marca” misma (CD) opera como una “franquicia”, que casi cualquiera puede utilizar para convocar actividades en su nombre o confeccionar cuñas televisivas sin que estas hayan sido decididas por el centro de dirección común.
Aun así, la potencia natural de la oposición ha profundizado la crisis de gobernabilidad hasta extremos impensables hace un año. Pero, por lo mismo, es indispensable que la CD recupere su cohesión y su coherencia y restablezca su condición de centro único de dirección. La CD debe definir rápidamente su posición ante las fórmulas propuestas por Carter, trabajar sobre ellas y perfilar una posición para llevarla a la mesa de negociación.
El debate en esta debe bajar a las muy terrenales comarcas de las proposiciones “concretas”. Es imposible continuar deshojando la margarita entre la enmienda constitucional, el referéndum revocatorio y ahora la Asamblea Constituyente.
Eso no es pluralidad sino confusión y anarquía.
La inmensa masa opositora necesita una orientación. ¿Vamos por la enmienda? ¿Por el revocatorio? ¿Por la Constituyente? ¿Por las elecciones en abstracto? ¿Por la renuncia y el “vete ya” ? ¿Por la abrogación de las 49 leyes? ¿Por revocar parlamentarios y gobernadores?
Unos dicen que el paro hay que “flexibilizarlo”, Ortega dice que ni de vaina, que lo que hay es un “cambio de estrategia”, lo cual luce como un “seudónimo” de lo primero, para encubrir la indecisión ante un paro con el cual muchos de los que lo lanzaron no saben ahora qué hacer.
Por ahí viene el Grupo de Amigos; ¿qué les va a decir la CD, que suene coherente y definido y que haga honor al tremendo combate que libra la sociedad venezolana?