Palo abajo, por Teodoro Petkoff
De que está cayendo, está cayendo la popularidad del presidente Chávez. Es más, no se necesita una encuesta para percibir el fenómeno. Porque así Chávez quiera jugar con la idea de que sólo tiene unos pocos meses en el cargo y el diligente iván rincón ya esté presto a inventar que el «segundo» gobierno arrancó en enero de este año, lo cierto del caso es que Hugo tiene ya dos años de mando. Dos años, veinticuatro meses, 104 semanas. Dos años es mucho tiempo. Al cabo de dos años ya ha desaparecido el clima de luna de miel. Es más, estos dos años parecen cinco de los de la cuarta república.
Que su popularidad haya bajado no tiene por qué sorprender. Lo demuestra mejor que una encuesta la evaporación del fervor militante que caracterizaba al pueblo chavista. Chávez puede hablar de revolución, pero lo que la gente está viendo y viviendo es un gobierno más de los que ya conoce. El gran logro político que fue el desmantelamiento de AD y Copei va palideciendo al lado de una actuación que se parece demasiado a la de los dos partidos desplazados del poder. Las mismas malas mañas, las mismas prácticas corruptas, los mismos abusos de poder, el mismo ventajismo pero mucha más ineficacia administrativa, adobada con toneladas de blablabla.
Hay varios «frentes» en los cuales la gente no le está viendo el queso a la tostada. En materia de seguridad personal la falta de logros duele agudamente. El aterrador incremento de los linchamientos en los barrios dice lo que piensan sus habitantes de la política antidelictiva del gobierno. El impacto positivo de la caída de la inflación, del nivel de las reservas internacionales, de los precios petroleros o el crecimiento del PIB, habla poco a una población donde 13 o 14 de cada cien adultos no tienen trabajo y donde más de la mitad de ellos se refugia en la precariedad de la informalidad para poder subsistir. Puede que en estos sectores de la población perviva el respaldo al presidente, pero ya más bien como resignación que como compromiso.
Pero, como no sólo de pan vive el hombre, en otros «frentes» no directamente vinculados a las tres papas diarias, la performance del gobierno también contribuye a ampliar el escepticismo. La política internacional genera inquietudes; la percepción de que el país se está aislando no la oculta ni el propio Chávez. En educación, la charlatanería «revolucionaria» crispa innecesariamente a buena parte de la población. Los incesantes cambios en el line up gubernamental lo que revelan al observador es que el propio presidente resiente la incompetencia del equipo del cual es manager. Excesivas chambonadas administrativas llevan a preguntarse si los altos funcionarios públicos saben siquiera agarrar el bate. En definitiva, no se necesita una encuesta para saber que está creciendo la sensación de que hay demasiado ruido y muy pocas nueces en la conducta del gobierno. La esperanza, ese último refugio de los humildes y desheredados, va cediendo lugar a la melancólica conclusión de que, al cabo de dos años, comenzamos a estar ante otra oportunidad perdida