Para María del Mar Lovera, vieja y querida amiga
¡Qué coincidencia! Justo cuando tiene muertos propios que tapar, José Vicente Rangel se acuerda de los crímenes de los sesenta y, aprovechándose del comprensible dolor que no cesa nunca, reúne a algunos de los deudos para montar un show.
Pocas operaciones de manipulación más cínicas, más indecentes y más inescrupulosas nos ha sido dado ver. Pero su mente le jugó una mala pasada. Otro lapsus brutis. “No se trata de tapar unas muertes con otras”, dijo o, más bien, confesó.
Lamentablemente para él, eso fue lo que entendió todo el mundo; que Rangel está tratando desesperadamente de matar a Alberto Lovera por segunda vez para borrar las huellas de los crímenes por los cuales él mismo tiene que responder. Después de cinco años de gobierno, Rangel anuncia que va a llevar esos casos a la OEA. ¿Por qué esperó tanto? ¿Por qué ahora y no antes? ¿A quién cree Rangel que puede engañar con esta burda manipulación? Sólo a un farsante se le ocurre taparear el asesinato de Eva Carrizo, en Machiques, o el del joven Zambrano, en Lagunillas, con los que tuvieron lugar en otras épocas. ¿Es que los familiares de los muertos de ahora son responsables de los asesinatos de otrora?