Para no para reparo, por Teodoro Petkoff

La verdad es que el país se nos está volviendo aún más grotesco y kafkiano de lo que ya era. Del episodio de los paramilitares sólo tenemos el cuerpo del delito pero todavía el gobierno no ha encontrado manera de informar ni quién los trajo ni cuál era la misión que debían cumplir.
De ésta, la primera versión que se dio parecía tomada del plan del 4F: «tomar La Casona (¿para qué, si ahí no vive nadie?) tomar Miraflores y atacar Fuerte Tiuna». Lo cierto es que al país todavía se le debe una explicación hasta de quién fue el primer cuerpo policial que los agarró, porque ni siquiera sobre eso hay coincidencia entre las distintas versiones.
El gobierno, como era lógico, desde el comienzo pretendió sacarle punta política al asunto. Pero hasta en eso ha sido chambón y contradictorio. Prendió un ventilador y sus primeras acusaciones fueron contra la Coordinadora Democrática. Después que Diosdado Cabello señaló a Enrique Mendoza como responsable de los paras, cualquiera habría podido imaginar que al día siguiente éste sería detenido. No es poco que la segunda figura del régimen le endose a alguien la acusación de ser el manager de los paracos detenidos. Pero no, se trataba apenas de un escarceo electorero, un round de guerra sucia contra el rival por la Gobernación de Miranda.
El propio Chávez terminó exculpando a la CD y congratulándose de que no tuviera nada que ver con el affaire. La imprudente acusación contra el gobierno colombiano, luego de besos y abrazos con la canciller de ese país, se disolvió en el aire, y nuestro inefable Presidente admitió que el palacio de San Carlos no tuvo nada que ver con el asunto y, para colmo, el aún más inefable ministro de Relaciones Exteriores, en un gesto de franqueza a lo Roger Capella (el ministro de Salud, quien dijo que se vale botar de la administración pública a los firmantes) confesó que «como que hemos exagerado un poquito con lo de Colombia».
Pero la detención de los paracos sí ha servido de combustible para inflamar más aún la patética retórica patriotera del Presidente, empeñado en hacer de la finca Daktari algo semejante a Bahía de Cochinos o a la voladura del barco La Coubre. Pero ya que los gringos, en lugar de bloquearnos, como a Cuba, lo que hacen es invertir en la industria petrolera, Chávez sugiere, entonces, la posibilidad de bloquearlos él, cortándoles el suministro de petróleo.
Pura paja, desde luego, porque siguen siendo los grandes nombres de la banca de inversión yanqui los que le organizan a Nóbrega las emisiones de bonos de deuda pública. Razón tenía el viejo Marx cuando dijo aquello de que la historia, si la primera vez es tragedia, cuando se repite es como farsa. No obstante, a pesar de este escenario, que a los ojos del observador puede lucir como sacado de El otoño del patriarca, la novela de García Márquez, el proceso de reparos continúa su preparación. Más allá de las increíbles trampas que han borrado de la existencia a millares de venezolanos, oficialismo y oposición, imperturbablemente, ultiman los detalles del evento de la semana próxima. Todo indica, pues, que habrá reparos y con ellos RR, y esto sí que desvela a Chávez mucho más que los paracos.