Partidos pero unidos, por Teodoro Petkoff
Las elecciones del 23N marcaron un nuevo momento en el progresivo proceso de fortalecimiento de los partidos de la oposición. Lo que en 2004 apenas era un grupo regional zuliano, Un Nuevo Tiempo (UNT), adquiere ahora la contextura de una organización nacional.
Igualmente, lo que en 2004 era un partido de cuatro municipios, Primero Justicia, ahora también posee un alcance nacional. Por su parte, AD experimentó una significativa recuperación y, en menor grado, también Copei creció.
Desde luego, aunque extendidas por todo el territorio, se trata todavía de estructuras organizativas más bien precarias, muy lejos todavía, las dos últimas, de lo que alguna vez fueron, y en un disparejo proceso de expansión las dos primeras, muy concentradas en algunos sitios y mucho menos presentes en otros.
La buena noticia es que lenta pero persistentemente se está recomponiendo un sistema de partidos políticos y la antipolítica, que campeó por sus fueros durante varios años, va en franco retroceso. El país redescubre la importancia de los partidos y poco a poco se reconcilia con la idea del partido como pieza clave de la lucha política. Mirando hacia delante, es obvio que el rol protagónico de los partidos se acentuará. Además, sobre estos cimientos comienza a perfilarse un nuevo liderazgo, donde se entreveran algunas figuras de antes con muchas que han ido emergiendo en estos duros años.
Hay dos fortalezas en el conglomerado opositor. Una, la convicción de que sólo una estrategia democrática, que asuma como momentos estelares de ella la confrontación electoral, puede ser efectiva contra un gobierno autoritario, autocrático, militarista y con un fuerte sesgo neototalitario. Una actuación acorde con esa estrategia ha derrotado el pernicioso abstencionismo, que tanto daño causó en años anteriores. La segunda, la comprensión del valor de la unidad.}
En lo que objetivamente todavía es un archipiélago, sólo la articulación de las distintas «islas» partidistas es la que permite enfrentar con éxito a la poderosa maquinaria del PSUV.
Es un valor adquirido, que seguramente será reforzado por la lamentable lección negativa que arrojan tanto los resultados de Guayana, donde la división, aupada por Primero Justicia y su candidato, permitió el triunfo del PSUV –que en esa región es ya visiblemente minoritario–; así como los de una veintena de alcaldías, incluyendo la muy importante de Valencia, donde la división, promovida por el propio candidato vencedor en la gobernación, condujo a la derrota. Lo ocurrido en Táchira, donde la sinergia creada por la unificación de las candidaturas llevó a la victoria que parecía imposible, debe estar muy presente a la hora de enjuiciar lo que pudo haber sido y no fue, y lo que deberá ser en el porvenir. Mas, la oposición debe empeñarse en superar la que es su principal debilidad: esa de ser, hasta ahora, el vehículo del voto en con tra de, para adquirir la de encarnación del voto a favor de. A favor de una idea de país justo y democrático, cuya inmensa mayoría empobrecida pueda reconocerse en ella y asumirla como alternativa frente a la estafa política que está terminando por ser el régimen de Hugo Chávez.