Pase de factura, por Teodoro Petkoff
Ya se sabe que Montesinos llegó a Venezuela el 7 de diciembre del año pasado. El 17 de enero, el presidente, acompañado del inefable Otaiza, allanó la «Distribuidora 2442», en la carretera Panamericana. ¿El motivo? Evasión de impuestos. ¿Algo que ver la llegada del criminal peruano con el allanamiento? Puede que no. Puede que sí. Aunque ese día se anunciaron allanamientos posteriores, lo cierto es, sin embargo, que ninguna otra empresa ha sido víctima de tal procedimiento (con o sin presidente incorporado). ¿Por qué se dio ese tratamiento a «Distribuidora 2442»? ¿Qué de excepcional había en ella como para que el presidente mismo la allanara? Tal vez nada. Tal vez mucho.
La prensa registró que los propietarios de la empresa son unos señores de apellido Ivcher. Sin atribuirle mayor importancia al asunto, se mencionó que esta familia Ivcher es la rama venezolana de una familia del mismo apellido en Perú, de la cual un tal Baruch Ivcher fue propietario de un canal de televisión y debido a sus posturas opositoras había sido despojado tanto de la nacionalidad peruana como de su televisora. Pero no se pasó de allí y a ninguno se nos ocurrió profundizar en el tema. Pues bien, tal vez ha llegado la hora de verificar qué conexión podría haber entre la llegada de Montesinos y el allanamiento de la «Distribuidora 2442».
Baruch Ivcher había hecho de su canal, el 2, llamado «Frecuencia Latina», uno de los más importantes medios de denuncia de Montesinos y Fujimori. No era una televisora cualquiera, sino una planta que había creado un excepcional equipo periodístico de investigación, que sacaba al aire los más atroces crímenes del fujimontesinismo. El caso Ivcher estremeció al Perú, porque finalmente la televisora fue tomada por la policía de Montesinos, y su propietario, privado de la nacionalidad y despojado de la propiedad de ella, huyó al extranjero, al igual que el jefe del equipo periodístico.
Ahora, hagamos un ejercicio de imaginación. Imaginemos a Montesinos en tierra que considera segura, cómodo, a sus anchas, con un equipo de gente de la Disip a su disposición, con contactos muy arriba; ¿sería muy descabellado especular que haya sugerido a sus amigos de la Disip un «favorcito» para su venganza: el allanamiento de los Ivcher venezolanos, la presión tributaria sobre ellos? ¿Realismo mágico, José Vicente? ¿Qué tal si se le pregunta a Otaiza de dónde sacó la idea de utilizar a la empresa de los Ivcher, esa precisamente y ninguna otra, como emblema de la lucha contra los ilícitos fiscales? ¿No era más lógico hacerlo con alguna empresa conocida, tanto por el renombre de sus propietarios como por sus prácticas evasoras, y no con una desconocida empresa de unos aún más desconocidos dueños? De ingenuos creímos esa vez que se trataba de un acto de lucha real contra la evasión fiscal. Hasta un editorial laudatorio le dedicamos al caso. Ahora tenemos la impresión de que hicimos el propio papel de bolsas.