Pinchazos, sapos y terror; por Teodoro Petkoff

Autor: Teodoro Petkoff
Degeneración. El régimen vive un acelerado proceso degenerativo. El chavismo se ha transmutado en fujimontesinismo. Las viejas banderas e ideales yacen en el barro. Ya su asunto no es convencer ni ganar voluntades sino instaurar el terror. Su objetivo es crear una sociedad dominada por el miedo. Nunca antes este país había conocido despidos masivos como castigo a una posición política.
El despido como venganza procura quebrar la voluntad social, ahogar el derecho al disentimiento en el tremedal del terror. Se quiere que expresar un desacuerdo con el régimen tenga un precio: perder el trabajo. Es la humillación y la amenaza de las privaciones como sistema. El bozal de arepas.
La lealtad se quiere comprar con miedo y con este el silencio. Pero lo peor no es la represión sino el cinismo, el caradurismo, la desvergüenza; la jactanciosa vanagloria de las tropelías, la desfachatez con la cual los personeros del régimen exhiben su envilecimiento y su degradación. No hay pudor alguno.
En ese contexto se inscribe la difusión oficial de grabaciones telefónicas. Lo peor no es pinchar teléfonos sino el descaro con el cual los sapos televisivos del canal 8 y sus jefes se jactan de ello. La reciente difusión de grabaciones telefónicas que me involucran las tomo como gajes del oficio. Pero el asunto trasciende lo meramente personal.
Es preciso responderse una pregunta: ¿qué se persigue con esa práctica en la cual se especializan los “periodistas” del canal 8, apoyada en la inmoral doctrina de la primacía del vladisapeo sobre la garantía que protege la privacidad? No hay revelaciones espectaculares en esas conversaciones. Por lo que respecta a mí y mis interlocutores, lo que decimos en privado es lo mismo que decimos o escribimos públicamente. ¿Para qué entonces se les da tanta bomba a esas grabaciones? Para sembrar miedo. Para generar un mecanismo de control social basado en el terror. Para obligar a callar. Para que cada quien sienta que hay un Hermano Mayor, el famoso Big Brother de la pesadilla totalitaria de Orwell, que todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe y para el cual están al alcance hasta los pliegues más íntimos del pensamiento de sus súbditos. Además, se procede con la garantía de la impunidad total. El fiscal, contrariamente a las obligaciones que la ley le impone, consagra la miserable doctrina de que cada quien se defienda como pueda porque el Estado, en este caso la Fiscalía, no protegerá sus derechos. Al contrario, garantizará los de los vladisapos.
Por supuesto, una sociedad en la cual la gente tema que todo lo que se dice puede ser emitido en cualquier momento por televisión, sería una sociedad de desconfianza, de miedos de todos ante todos, una sociedad aterrorizada.
El terror haría que ella se controle a sí misma. Hablar en voz baja, buscar los rincones apartados para poder hablar, sería el triunfo del terror. El día que se sienta temor de expresar una opinión política por teléfono habrá desaparecido completamente la democracia de nuestra tierra.