Plan caos, por Teodoro Petkoff
El plan económico que ha puesto en marcha Chávez es un mezclote de medidas que, de mantenerse en su actual versión, no puede sino conducir a una verdadera catástrofe, a una hecatombe económica, equivalente a la explosión simultánea de tres bombas nucleares sobre el país. Con ese plan se jode todo el mundo, incluido el gobierno. Hugo Chávez se equivoca si piensa que el tremedal económico y social en que nos estamos hundiendo -con su nada desdeñable ayuda- lo va a dejar a él y a su gobierno a salvo, flotando, mientras los demás se hunden.
Sí a la suma de los errores y políticas equivocadas del gobierno, que provocaron el año pasado, antes del paro, una acentuada caída de la actividad económica y habían llevado el desempleo a su máximo histórico en octubre, se añaden las consecuencias francamente desastrosas del paro (que, además, aún se mantiene en el petróleo), podemos imaginar el 2003 como el propio annus horribilis. Porque lo peor todavía no ha llegado.
El gobierno, colocado ante esta perspectiva, por muchas ganas que tenga de vengarse de quienes tiraron a sacarlo de cuajo, no puede actuar como un ejército de ocupación de su propio país. Enfrentar la avalancha económica y social que nos está cayendo encima sin apreciar la estrecha interrelación de esta con la crisis política en curso, es condenarse a la emisión de medidas puramente económicas, para colmo punitivas, que no harán otra cosa que empeorar una situación política de por sí suficientemente grave.
Para que el país pueda hacer frente a este desastre anunciado, necesita drenar la peligrosa explosividad política existente. Dentro de un contexto de radical pugnacidad y confrontación política es imposible lidiar satisfactoriamente con la crisis económica y social que está en pleno desarrollo. De allí la necesidad perentoria de un acuerdo político entre gobierno y oposición para darle a los venezolanos un horizonte cierto de tiempo para un acto electoral. No es lo mismo un holocausto económico-social en medio de una crisis política sin solución aparente que la misma con una salida previsible en perspectiva – cualquiera sea su resultado a la postre.
Actuar al margen de la situación política, creyendo que con medidas económicas punitivas se puede salir del hoyo, es una ilusión demencial.
La fijación de precios controlados por debajo de los costos de producción, la importación masiva de bienes de consumo para su venta subsidiada (como se está haciendo con la gasolina), las truculentas amenazas de ocupación militar de fabricas -como si con eso las pudieran hacer trabajar, no sólo son insostenibles en el mediano plazo sino que constituyen el camino más seguro hacia la destrucción del aparato productivo y comercial del país y hacia un desempleo del carajo. Si a eso se añade el desmantelamiento de Pdvsa, se hace casi nula la posibilidad de utilizar la producción petrolera como palanca para reducir el impacto de la caída económica este año. Además, si todo esto lo va a adelantar un aparato administrativo que ni siquiera sabe tapar los huecos de las carreteras -como recientemente lo comprobó en Barinas el propio Presidente, es fácil imaginar la magnitud del despelote que nos aguarda.