Pobres ministros, por Simón Boccanegra
Este minicronista no pocas veces llega a sentir compasión por los ministros de Chacumbele. El domingo pasado daba verdadera lástima ver los sofocos de Rafael Ramírez. Chacumbele se pasó cuatro horas preguntando dónde estaba el hombre de Pdvsa, quien se había atrevido a no cumplir con su deber dominical de estar al pie del cañón, calándose el maratón de pendejadas que constituye la mayor parte del programa. Uno se imagina al pobre tipo, todo cagado, dejando quién sabe qué reunión, a lo mejor importante, o qué deber familiar, para llegar a Miraflores a ocupar su puesto en el coro oficial de reidores de chistes y aplaudidores de las genialidades del Gran Capo. Lo peor de todo es que nunca se supo para qué era toda esa urgencia, porque Chacumbele ni siquiera le dirigió la palabra. Era tan sólo para tenerlo ahí. Díganme ustedes, lectores, si no es para compadecerlo. Pero lo peor vino un día después. A Chacu se le ocurrió que las sabanas que rodean los pozos petroleros son bien buenas para criar vacas y le dijo al pobre Ramírez que comenzara a buscar el ganado para cumplir con ese requerimiento ecolo-económico del Líder Máximo. Y para que no le quedaran dudas a Ramírez, le dijo en tono conminatorio: «Es una orden, Rafael». Hay que imaginarse, pues, a Rafael Ramírez no sólo buscando socios para los fallidos proyectos mixtos de la Faja y de Paria sino zanqueando medio país buscando vacas. Claro, queda la opción de que el flamante vicepresidente, Jaua, confisque algunas reses por ahí y se las «done» a Pdvsa para llevar adelante el gran plan. ¿No es para sentir conmiseración por esos pobres ministros? Si no lo creen, pregúntenselo a Carrizález y a Yubirí Ortega.