Políticas repetidas y fracasadas, por Simón Boccanegra
Uno de los voceros del gobierno explica los problemas carcelarios aplicando criterios muy peculiares. Si los penales están sobrecargados, Jaua tiene a mano la explicación: este gobierno ejerce la represión contra el delito más que nunca antes y por eso las cárceles están hacinadas. Se pregunta uno por qué nunca tuvieron la previsión de construir cárceles no sólo por el crecimiento represivo que esperaban ejercer sino por el mero crecimiento demográfico. Hoy somos prácticamente treinta millones y es sobre todo en los sectores de mayor pobreza y penalidades donde ese crecimiento es mayor y donde es peor el ambiente que favorece la violencia.
Pero es sólo muy recientemente que el gobierno ha comenzado a adelantar una política represiva (que por cierto, es la misma de siempre: matar gente y cero actividad de inteligencia en los sitios que la exigen); durante al menos 12 años el tema le fue ajeno y además algunos de sus voceros se jactaban de que «no reprimirían» como «antes». Ahora que se les escapó la delincuencia de las manos han optado por la represión pura y dura.
La misma de siempre Y, por supuesto, como todos los gobiernos que han creído en los poderes mágicos de la represión, fracasarán también. La represión es apenas un aspecto de la lucha día a día contra la delincuencia, que exige una policía altamente preparada y bien pagada; el segundo aspecto es el de un sistema judicial competente, rápido en sus ejecutorias y finalmente un sistema penitenciario exactamente contrario al horror que es hoy. Desde luego, las políticas de largo plazo, basadas en el cambio social y la educación toman su tiempo para producir efectos; de allí la importancia de los tres factores citados, los cuales, por cierto, tienen que actuar dentro del molde de la política de largo plazo. Si una va por un lado y las otras por uno distinto, el fracaso puede ser aún peor.