Presidente Lula: ¿alquimista?, por Félix Arellano
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El corto tiempo que lleva el presidente Lula ejerciendo su tercer mandato presidencial se ha caracterizando por una ambiciosa agenda de política exterior, que pareciera se constituye uno de los recursos para tratar de fortalecer su débil posicionamiento en el plano nacional. Ahora bien, por el nivel de intensidad y complejidad, la estrategia ya está generando efectos paradójicos, afectando su precaria gobernabilidad.
Si bien resultaba esperado que el presidente Lula retomara el activismo y liderazgo brasileño en la región, la situación se presenta más ininteligible y, con el objetivo de abandonar plenamente la tendencia aislacionista que caracterizó a la administración del presidente Jair Bolsonaro, la estrategia ha privilegiado los intereses globales, imponiendo su papel como potencia emergente, miembro del grupo de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ambición que se plasma, entre otros, en un inusitado protagonismo de mediación en la guerra en Ucrania, definiéndose en una posición de «no alineamiento» y promoviendo la conformación de un Grupo Internacional de mediación.
Una propuesta interesante, en la medida que trata de crear condiciones para la paz y evitar la muerte de inocentes y destrucción que vive Ucrania. Pero el presidente Lula se cuida de no tocar temas álgidos, fundamentalmente, el grave precedente de la invasión que ejecuta el presidente Putin y sus pretensiones de conformar un orden internacional, donde los poderosos impongan las reglas y la conquista genere derechos en total detrimento de los países más débiles.
Con el proyecto del promover el Grupo Internacional de mediación, ha visitado al presidente Xi Jinping en China (13 y 14 de abril) quien, desde una supuesta neutralidad, también asume un papel de mediación y ha propuesto un plan de paz de 12 puntos, bastante desequilibrado, que en esencia reconoce las ocupaciones que ha desarrollado el presidente Putin, en su pretensión de reconstruir el viejo territorio imperial ruso. Naturalmente, China está pensando en Taiwán.
Con la estrategia de reinsertar a Brasil en el mundo global, también ha visitado a los Estados Unidos (10 y 11 febrero), Portugal y España (22 al 25 de abril) y, recientemente, el canciller Serguéi Lavrov de Rusia ha visitado a Brasil (17 de abril). Conviene destacar que Brasil ha sido un tradicional socio de Occidente, promotor del multilateralismo y del orden internacional liberal; posiciones que resultaron afectadas con la política conservadora y aislacionista del presidente Bolsonaro, situación que el presidente Lula está tratando de revertir aceleradamente.
En ese contexto, Estados Unidos y algunos países democráticos de Europa, han cuestionado el desequilibrio de la posición del presidente Lula en la crisis de Ucrania. El gobierno brasileño ha superado el incidente con algunos cambios en su narrativa; empero, el daño está hecho y refleja improvisación e incoherencia con los valores libertarios, que Brasil ha respaldado desde que asumió la democracia.
La estrategia internacional en el plano global ya da señales de agotamiento. El proyecto del Grupo Internacional de mediación no ha logrado el respaldo de la comunidad internacional ni de las partes en conflicto. Empezamos a observar las paradojas de una estrategia ambiciosa y acelerada, que puede terminar debilitando la frágil situación de gobernabilidad en Brasil.
Una fragilidad que se puede apreciar, entre otros, por un Congreso profundamente fragmentado, donde el Partido de los Trabajadores solo cuenta con 56 de los 513 miembros de la Cámara de Diputados, en la que participan unos treinta grupos políticos, con una mayoría de grupos conservadores enfrentados con el Presidente; muchos miembros de las fuerzas armadas vinculados al proyecto del presidente Bolsonaro; una población totalmente polarizada y, los sectores más vulnerables, que apoyaron masivamente a Lula, con altas expectativas y más críticos de su gestión.
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Para tratar de recuperar daños y seguir avanzando en su posicionamiento y liderazgo internacional, el presidente Lula ha retomado el tema regional, concentrándose en Suramérica y, al respecto, está promoviendo una reunión de jefes de Estado de la región, en Brasilia, el próximo 30 de mayo. Un conclave cerrado y exclusivo de Jefes de Estado, para abordar la compleja situación de la región y tratar de fortalecer la integración, en particular reimpulsar la Unasur.
En una actitud que pareciera de prestidigitación o alquimia, el presidente Lula asume que los individuos que llegan a la posición temporal de jefes de Estado adquieren dotes de infalibilidad. Los quiere reunir solos, cual genios de la lámpara, construyendo soluciones mágicas que no han logrado desarrollar al interior de sus países.
En el fondo, la propuesta del presidente Lula evidencia una actitud autoritaria, que se acaba de vivir con el presidente Petro en Colombia. Considerar a los jefes de Estado dueños de todas las instituciones; en consecuencia, sus decisiones no permiten el disenso, que se tiende a definir como «traición a la patria».
Por otra parte, la iniciativa del presidente Lula pareciera olvidar los efectos perversos que las posiciones ideológicas han generado en la región, que hoy se presenta más fragmentada y desintegrada, producto de tales posiciones que se concentran en la promoción de los falsos discursos, menosprecian el trabajo técnico y satanizan las instituciones liberales. En el pasado, el presidente Lula propició la conformación de los grupos de amigos ideológicos, lo que, entre otros, generó el estancamiento del Mercosur.
También conviene destacar que el liderazgo regional no está fácil, se enfrenta con la competencia de Petro, López Obrador y, eventualmente Boric; adicionalmente, el discurso ideológico está agotado, en la mayoría de los casos ha resultado simple manipulación para fomentar pobreza y control social que permita perpetuar proyectos autoritarios en el poder. La integración está paralizada y exige de una profunda y cuidadosa reingeniería, que difícilmente se puede construir en pocas horas de debates improvisados. Todo indica que el nuevo proyecto regional del presidente Lula avanza al fracaso, con delicadas consecuencias para su gobierno.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.