¿Qué hacemos?, por Teodoro Petkoff
Los mandarriazos que ha desatado Chacumbele contra los opositores tienen su motivación, por paradójico que pueda parecer, en el avance que, de dos años para acá, viene experimentando el campo múltiple y variado que abarca a todos cuantos han venido votando contra el gobierno y enfrentando las diversas expresiones de su despótico proceder. Un gobierno acostumbrado a imponer la agenda política, por primera vez actúa reactivamente. No desarrolla un plan sino reacciona frente al relativo éxito del plan que lo enfrenta. Las inconstitucionales medidas contra la Alcaldía Metropolitana son la respuesta a la resonante victoria de Antonio Ledezma; la cacería contra Manuel Rosales es la respuesta al contundente triunfo de Pablo Pérez en la gobernación del Zulia y del propio Rosales en la alcaldía de Maracaibo; el hostigamiento permanente de que son víctimas Capriles Radonski y Pérez Vivas son reacciones frente a sus triunfos en Miranda y Táchira respectivamente. Las condenas dictadas contra los comisarios y funcionarios de la Policía Metropolitana son parte del mismo plan de desmovilizar y desmoralizar a los adversarios de la canalla que nos gobierna. No hay que llamarse a engaño; precisamente porque se avanza es porque se han desatado los demonios en el chavismo. Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos.
Chacumbele viene leyendo con preocupación lo que ha ocurrido desde su reelección para acá. Los resultados numéricopolíticos del referéndum constitucional, de las elecciones regionales y del referéndum para la enmienda, muestran una clara tendencia al incremento en la votación opositora y a un decrecimiento correlativo en el respaldo popular a Chacumbele. La votación opositora ha subido desde un 37%-38% durante los ocho primeros años del chacumbelato, hasta girar en torno al 50% en los tres últimos procesos, en tanto que el respaldo electoral del oficialismo ha venido cayendo desde un promedio de 62%-63% hasta, también, las vecindades del 50%. Chacumbele sabe que, inexorablemente, las dos líneas opuestas van a cruzarse; la primera tendencia seguirá hacia arriba y la segunda hacia abajo. Eso es lo que lo ha llevado a tratar de descarrilar la estrategia democrática.
Los atropellos que ha adelantado, más que fuerza, denotan una debilidad intrínseca.
Piensa en unas elecciones parlamentarias en las cuales la mayoría electoral podría no ser la suya. Quiere llegar a ellas con esa creciente mitad del país que lo adversa desmotivada y desmovilizada, presa nuevamente del abstencionismo y de la impotencia. Si lo logra, tendrá nuevamente un parlamento como el actual y el camino abierto hacia la reelección.
Pero, para impedir que su plan cuaje es preciso aferrarse a la política democrática, con plena conciencia de que ella es la que ha permitido avanzar y de que no existe alternativa ni viable ni conveniente.
¿Qué vamos a hacer? Pues, responder al nuevo reto, en las nuevas condiciones, pero sin llevar a que las contingencias coyunturales afecten la línea principal de acción, esa que ha venido produciendo avances.