¿Qué pasó por fin con el magnigolpe?
¿Qué es de la vida de los militares detenidos a raíz del magnigolpe? Nunca más se ha sabido de ellos. ¿Declararon? ¿Confesaron? ¿Negaron la acusación? ¿Están sometidos a juicio? ¿Qué es de sus familiares, que nunca aparecen hablando de la situación de los presos? La cosa es tan rara que ya por ahí anda una bola, del tamaño de las de bowling, que sostiene que todo fue una tramoya montada con la complicidad de los propios oficiales.
La bolota asegura que uno de los detenidos, el contraalmirante Millán Millán, es tan chavista que sería imposible que estuviera envuelto en una conspiración y que por tanto allí como que hay quiquirigüiqui. Este minicronista no sabe, porque ese mundo militar es hoy tan opaco que es como aquel programa de la televisión de antes, Dimensión Desconocida, cuya presentación decía que en ella «todo puede suceder».
En nuestro mundo castrense todo puede suceder y nadie se da cuenta. Pero, ya que estoy hablando de esto, puedo preguntar también en qué pararon las investigaciones de nuestra pantera rosa, Mario Isea. Nunca más nos ha obsequiado con el fruto de su genio detectivesco.
Me digo que tal vez Isea debe estar todavía sobándose los hematomas que le dejó el paso en falso que fue la denuncia, que creyó tan «estrella» como Isaías a Geovanny Vásquez: la de Vinicio De Sola. Después alguien le dijo que el «Príncipe» había fallecido y parece, por lo visto, que se cayó todo el tinglado.
Yo siempre he dicho que no hay que descartar bolas y anuncios de golpes y magnicidios porque nunca falta un loco que tiene eso entre ceja y ceja, pero lo que pasa es que el gobierno no es serio. Cada vez que sale con eso, lo hace de manera tan torpe que, así no lo sea, todo el mundo piensa que es una patraña y un montaje. No sé si es que Izarrita, maestro del género, no participa de esas presentaciones, pero la verdad es que en manos de la DIM parecen vainas del Super Agente 86.
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